No todos los días uno se da el tiempo para agaradecerle a Dios por la vida, y por las alegrías enormes que se esconden detrás de lo que una vez parecía un gran reto. El amor por un hijo es la expresión más grande y más intensa de amor que existe. Uno todo lo hace por un hijo, y dentro de nuestras limitaciones carnales y nuestras imperfecciones humanas, somos capaces de dar la vida por un hijo.
En Pascuas celebramos el amor de Dios al entregar su vida para salvar la nuestra, pero sobre todo festejamos Su resurección, que es un mensaje claro para nuestras vidas de que los esfuerzos que hacemos por amor nos hacen renacer, y nos convierten en mensajeros de esperanza y vida eterna. El amor es perfecto y no comete error, porque hasta en el error encuentra la oportunidad de volver a escribir con amor y paciencia lo que no estaba bien escrito. Dios nunca se equivoca.
El centro de mi vida y mi misión, son mis hijos. No sería nada sin ellos. Le han dado a mi existencia un propósito e inspirada en ellos es que me despierto cada mañana llena de sueños y al final del día voy a descansar agradeciéndole a Dios por cada momento. Hay momentos difíciles, hay días oscuros. Hay situaciones que parecen no tener lógica ni explicación, pero cada vez que tengo miedo miro al cielo. Yo sé que existe Dios.
Soy una mujer de fé. Fé en Dios y por tanto en los que amo. Fé en Sus designios y Fé en que cada uno de ellos tiene un próposito y el objetivo de nuestras vidas es descubrirlo, trabajarlo y pulirlo. Nunca seremos perfectos, pero la satisfacción y la felicidad se alcanza haciendo cada día nuestro mejor esfuerzo.
¡Felices Pascuas!
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