Hoy, Junio 26 del 2015 en los Estados Unidos, presenciamos uno de los momentos históricos que marcan el inicio del fin, abriendo una puerta a nuestro derecho de amar sin prejuicios.
Con las palabras de cierre del juez Anthony M. Kennedy a la hora de anunciar la legalización del matrimonio de las personas del mismo sexo en los Estados Unidos, “Ninguna unión es más profunda que el matrimonio, ya que representa los ideales más altos del amor, fidelidad, devoción, sacrificio y familia. Para formar una unión marital, dos personas se vuelven algo más grande que lo que una vez fueron.”; la constitución garantiza este derecho.
Y aunque esta lucha que ha sido muchas veces juzgada y malinterpretada por muchos, tenga bases totalmente independientes, esta lucha representa la misma que todos enfrentamos en nuestro deseo de normalizar la diversidad.
Esos que ante los ojos de muchos son “raros” por el solo hecho de aceptar su individualidad y no rendirse ante las reglas impuestas por el mundo, esos que aparentemente parecen haber nacido privados de algo cuando en realidad lo que les sobra es coraje, esos que no reúnen las condiciones morales que la sociedad exige para ser considerados merecedores de respeto; esos son seres humanos con el derecho universal de ser, existir y amar sin prejuicios como todos nosotros.
Esos son las víctimas de nuestra ignorancia, de nuestra intolerancia, y de nuestra falta de compresión plena del amor verdadero. Esos son los que muchos condenan, esos son los que a veces son privados hasta del derecho a la vida cuando se determina en el vientre que no son perfectos. Esos somos nosotros en diferentes circunstancias de nuestras vidas, cuando víctimas del prejuicio somos limitados y privados de nuestros derechos como seres humanos.
Y esa es la misma ignorancia, intolerancia, y falta de respeto la que se aplica a todos los grupos minoritarios que han sido juzgados, relegados, y excluidos desde el principio de la humanidad.
Si tan sólo hiciéramos a un lado nuestros prejuicios por un par de minutos, y nos diéramos la oportunidad de mirar a la diversidad como un oportunidad de aprender y entender cosas que por inexperiencia nunca podremos entender por nosotros mismos; nos convertiríamos sin duda en mejores seres humanos.
Este triunfo simboliza la puerta que abre nuevas puertas a la diversidad.
Mi corazón se retuerce cada vez que alguien habla de razas, de diferencias, de limitaciones; porque si realmente creemos en Dios y lo conocemos, sabemos que Dios es amor, y si el amor es verdadero nos hemos ganado el derecho.
“Los regalos más maravillosos de la vida no siempre han sido envueltos de la manera típica. Hace falta abrirlos para sorprenderse con su hermosura.”
Supongo que es a propósito que estos regalos sobresalen de lo típico y rompen toda regla, supongo que parte de crecer y evolucionar es aprender a correr el riesgo de amar, y seguir luchando por nuestro derecho a amar sin prejuicios. Supongo que todos nos asustamos cuando sentimos que hay algo fuera de lo “normal” en nuestros genes, en nuestras vidas, y en nuestro modo de amar. Lo único que no tengo que suponer es que el amor siempre triunfa, porque esta es la prueba más fehaciente de ello.
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