Cuando el doctor me llamó esta mañana para darme la buena noticia de que los exámenes de sangre de mi hijo fueron negativos, y confirmó que todo estará bien y todo está bajo control; sentí en el corazón que había recibido el regalo más grande y más valioso del mundo. Lo cierto es que no es hasta que estamos en una situación difícil, que recordamos el valor de esas bendiciones que pasan desapercibidas la mayor parte del tiempo, aunque estén ahí de manera constante.
La salud, la familia, y los amigos verdaderos: todos son parte de esas bendiciones que pasan desapercibidas y con las cuales estamos acostumbrados a contar hasta que las perdemos. El último par de días, esperando por el resultado de estos exámenes para comprobar si Emir tenía un problema mayor de sangre o no, me los pasé admirando su perfección. Pensando en que haría si algo le pasa, rogándole a Dios que esté bien, y orando por esos padres que reciben diagnósticos inesperados y dolorosos en situaciones similares.
En estos momentos difíciles de reflexión en los que uno experimenta la fragilidad humana, uno se aferra a su fe, y uno quiere creer que esto nunca le pasaría a uno o a uno de aquellos a quienes uno ama. Pero no siempre es así. Así que estos últimos días, he abrazado a mi hijo más que de costumbre, me he dormido rascándole la espalda o peinando sus cabellos con mis dedos. Estos días, y entre la confusión y la angustia de saber y no saber, me he pasado dando las gracias por las bendiciones que pasan desapercibidas.
Gracias a Dios todo está bien, y todo parece retomar su camino. Si uno hubiera tenido que pasar por estos momentos, tal vez mis prioridades hubieran sido totalmente diferentes, porque lo cierto es que cuando el destino, Dios, la vida.. o como quieras llamarlo, te empujan a despertar de la comodidad de lo típico, es cuando realmente aprecias lo que siempre has tenido y te has olvidado de celebrar.
Cuando uno despierta de situaciones de estrés como esta, es como que si la vida nos diera una nueva oportunidad que nos empuja a analizar si realmente vale la pena vivir tan preocupado de cosas tan insignificantes, cuando lo más significativo es tener vida y con la vida tener esperanza.
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