Frecuentemente recibo mensajes de padres cuyos hijos recién empiezan la escuela, o pese a que ya han estado en la misma por varios años, se enfrentan a la misma pregunta:
- ¿Cuál es la mejor escuela para mi hijo con discapacidad?
- ¿Cómo mido la eficacia de este escuela, y cómo me aseguro de que esta sea la maestra o el maestro adecuado?
La lista de preguntas es interminable y puede ser aplicada a cualquier profesional involucrado en la vida de nuestros hijos, sin embargo, estos son algunos puntos importantes a considerar.
- La mejor escuela para tu hijo con discapacidad es una escuela que lo haga sentir bienvenido y no sólo le ofrezca un espacio físico, sino un currículum integral que lo ayude a desarrollarse al máximo en todas las áreas de su vida. Para que el alumno aprenda, deben ser cubiertas y enfrentadas sus necesidades relacionadas al diagnóstico o disacapacidad. Por ejemplo, si el estudiante no tiene lenguaje, la respuesta no es aislarlo, sino encontrar los metos alternativos para promover la comunicación a medida que se desarrolla el lenguaje para darle las mayores oportunidades posibles.
- La mejor escuela para tu hijo con discapacidad está compuesta por un grupo humano que comprende las necesidades individuales de tu hijo, incluido tu como madre o padre. Es un equipo de profesionales que incluye a los padres como miembros igualitarios del grupo, en el que se complementan los unos a otros con una visión clara que es la de apoyar al estudiante. Un plan individualizado efectivo no puede ser realizado por una sola persona. Todos quienes forman parte de la vida y desarrollo de tu hijo deben estar involucrados. Esto incluye terapuetuas, que aunque no estén en el aula, puede ofrecer información y sugerencias como parte de las estrategias que se utilizarán para entregar la educación al niño.
- La escuela ideal comprende y aplica los conceptos de adaptaciones y modificaciones, lo que quiere decir que tiene la capacidad y el conocimiento para personalizar el curriculum para tu hijo con el objetivo de que sea exitoso basado en sus propias habilidades, y no en la estandarización de la educación. Todo estudiante puede ser exitoso una vez los educadores han superado el prejuicio de creer que todos deben aprender igual para ser considerados “buenos alumnos.”
- La mejor escuela para tu hijo reconoce tu aporte como padre y sabe que la información que traes a la mesa a la hora de discutir la educación de tu hijo, es única. Nadie conoce a tu hijo mejor que tu y ese es tu mejor título. No necesitas ningún otro. La escuela debe involucrarte en la toma de decisiones relacionadas a tu hijo. Es tu derecho y también tu responsabilidad. La mejor escuela para tu hijo trabaja contigo en todo momento y reconoce tu valor como el mejor defensor y el experto en el individuo.
- El mejor centro académico para tu hijo es aquel donde tu hijo es respetado y celebrado siendo quien es. No se lo está tratando de cambiar, sino de maximizar. No se lo aisla para hacer lo más fácil. Se lo incluye para hacer lo correcto entiendiendo que ningún ser humano debe ser juzgado o limitado por sus debilidades sino reconocido y maximizado en sus capacidades. Es un lugar donde los niños son tratados como tales, como seres humanos en desarrollo que cometen errores y que dependen de todos nosotros para aprender, crecer, y desarrollar su potencial al máximo.
- Antes de inscribir a tu hijo en una escuela, asegúrate de conocer cuál es su percepción y su cultural con respecto a las personas con discapacidad. Cuáles son sus expectativas. Cuáles son sus políticas en casos de crisis relacionadas con comportamiento. Cómo esperan crear y fortalecer una relación mutua de colaboración por el bienestar del estudiante y sobre todo, si tienen compromiso con aprender y entender que cada niño es un individuo que no es definido por su diagnóstico, sino que debe ser tratado con respeto y con enfoque individual en todo momento.
¿Existe la escuela perfecta? Probablemente no. Y lo que puede funcionar para algunos padres, puede no funcionar para otros. Como padre, asegúrate de hacer tu trabajo y de comprobar de que las personas a las cuales les estás confiando la educación de tu hijo, sean las adecuadas y respondan a tus expectativas.
A mi me gusta creer que las mías son:
Personas con expectativas realistas pero no insensibles. Que pueden ver la capacidad, que la celebran y que tienen la mente abierta para mantenerse enfocados en la posibilidad desde la alta expectativa.
Personas empatéticas pero no patéticas. Personas que entienden los retos de mis hijos, que los conocen y trabajan conmigo para crear el mejor plan posible, sin caer en la victimización, la lástima o la segregación guiados por los estigmas y los prejuicios.
Personas respetuosas pero nunca condescendientes. Personas que respetan las diferencias sin caer en la condescendia a través del uso de adjetivos segregadores y limitantes como “especial,” “capacidades diferentes,” “niños extraordinarios.” Para mi es una alerta roja cuando escucho a un profesional utilizar esta terminología, porque obviamente viene respaldada de prejuicio en la tendencia de enfocarse en las diferencias manteniendo siempre viva la opción de segregación. Respeto significa ver al niño como tal evitando a todo costo definirlo por su diagnóstico, expecto cuando es necesario para fines de decisiones educativas.
¿Cómo se hace? Preguntando.
Lamento decirte que no será fácil, pero lo más importante en el camino es encontrar personas de mente y corazón abiertos, que están dispuestas a aprender y agotar todos los recursos con tal de cumplir su promesa de educar y dibujar un futuro para cada niño, sin importar su discapacidad.
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