Antes pensaba que ciertamente, Dios le da hijos especiales a padres especiales, o que antes de enviarte un hijo con una discapacidad, Dios piensa que eres lo suficientemente fuerte o lo suficientemente especial como para honrar su propósito y asumir ese reto como una misión. Con el tiempo y la madurez he aprendido que Dios no tiene prejuicios, y cuando te envía ese hijo, te lo envía sin mirar sus rasgos, sin contar sus cromosomas, ni pensar en las diferencias. Lo crea con el mismo amor y con la misma fe con la que le da vida a cada ser humano.
Hoy es el día en que los creyentes festejamos la resurrección de Jesucristo en nuestras vidas. Como padres de hijos con discapacidad, necesidades especiales, habilidades diferentes, o como quieras llamarlo, es importante que hagamos una reflexión personal para conectarnos con El y con su propósito de amor e igualdad. Que comprendamos que el regalo con el que hemos sido bendecidos, es Su fe en nuestra capacidad de crear un mundo mejor, un mundo para todos.
La mejor manera de crear ese mundo no comienza desde fuera, sino desde dentro. Porque hasta tu corazón de padre no esté curado de los prejuicios, de las inseguridades, y de la tendencia de culpar al mundo de tus carencias, hasta entonces no estarás listo para hacer todo lo necesario por tu hijo.
Todos tenemos retos, todos nos enfrentamos a momentos difíciles, y todos, tenemos la habilidad, bajo la promesa del libre albedrío, de dar los pasos necesarios para cambiar nuestro destino acompañados de la mano de nuestro Dios, que no se materializa para pagar nuestras cuentas, pero está vivo en nuestra esencia: En nuestro amor por nosotros mismos, y en nuestra fe en nuestras habilidades y en nuestras posibilidades cuando trabajamos duro por ser mejores personas que ven esperanza, donde otros solos pueden ver dolor.
Dios renace en nosotros cada vez que le entregamos nuestras penas para limpiarnos las rodillas y volvernos a levantar cargados de fe y esperanza en el amor. Dios vive en nosotros y se manifiesta en la vida de quienes más amamos, cuando mirándolos a los ojos sentimos que podemos conseguirlo todo. Dios ha resucitado una vez más para recordarnos que el amor es poderoso, que aunque a veces sintamos que nos crucifican los problemas, las carencias, y el dolor, podemos levantarnos de la oscuridad y volver a empezar de nuevo. Solo necesitamos tener fe en el amor, y entender que Dios no tiene prejuicios. No te ha dado una vida mejor o peor, te ha dado una vida, y tu decides que hacer con ella: Si vivirla a su lado, o vivirla solo.
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