Todo el tiempo escucho y recibo comentarios de padres de todo el mundo, que se quejan de la falta de oportunidades de inclusión educativa en sus países. Muchos recorren decenas de escuela antes de poder encontrar una que por lo menos les de una luz de esperanza, que generalmente viene acompañada del requisito de un maestro sombra, que duplica el costo de la educación cuando hablamos de colegios o escuelas privadas.
Aunque bajo las bases legales de igualdad a nivel mundial, la inclusión no es un privilegio pero un derecho, es una realidad que las personas con discapacidad de cualquier edad enfrentan prejuicios. El mayor de todos es la falta de acceso equitativo que desencadena en exclusión social. Ese es el caso de la inclusión educativa. No sólo son privados de ganar competencia académica, sino que son destinados a una vida sin interacción social típica.
Cómo Incluir Cuando No hay Inclusión Educativa
Los padres deben comprometerse con su responsabilidad de empezar inclusión verdadera desde el hogar. Es fácil culpar al mundo de nuestras carencias, pero la inclusión no sólo depende de afuera, y es en realidad un trabajo en equipo. Si al otro lado de la cerca no encontramos las oportunidades necesarias, como padres hagamos nuestro esfuerzo por sacar el máximo provecho de las propias y crear oportunidades reales desde temprana edad.
- No hagamos diferencias innecesarias en el hogar y evitemos a cualquier precio la sobreprotección o victimización del niño basado en su condición. Pasa mucho que los padres utilizan la discapacidad de sus hijos para justificar sus propios temores e inseguridades. No nos olvidemos que el niño es un niño y que sin importar sus retos, con el apoyo adecuado aprenderá a hacer uso de sus talentos. Pero para ello, tiene que recibir oportunidades naturales. Si en vez de motivarlo o darle la oportunidad, lo limitamos y queremos hacer todo por ellos, lo estamos privando de aprender a utilizar sus habilidades propias.
- Incluyamos lo más antes posible. Otra cosa común es que los padres no quieren exponer a sus hijos a vidas típicas, pensando que son más frágiles o menos humanos que los demás niños. Los niños pequeños son niños pequeños, todos están aprendiendo a vivir, todos están aprendiendo a balancear sus emociones y a tener confianza en su entorno. Todos siguen aprendiendo a hablar, a ir al baño, a comer, a moverse solos. En realidad mientras más jóvenes son los niños, las diferencias son menores y sus acciones son totalmente naturales comparadas con otros. No hay nada que temer, pero mucho por aprender. Mientras más rápido sea incluido, más habilidades ganará y mejor preparado estará a la hora de empezar la escuela.
- La inclusión ni comienza ni se acaba en un aula escolar. Aunque tu hijo vaya a un aula o escuela especial, la vida no se acaba ahí. Inscríbelo en actividades típicas después de la escuela, hazlo partícipe de las actividades de tu comunidad, intégralo en las tareas cotidianas que otros niños de su edad hacen. Supera tus propias inseguridades para asegurarte de darle todas las oportunidades que merece y necesita para ser feliz.
- Aprende a diferenciar entre retos relacionados a la discapacidad de tu hijo, y retos relacionados a tu hijo como individuo. Otra tarea importante, sino no la más importante, es aprender que tu hijo es una persona que como todo el mundo tendrá retos no relacionados a la discapacidad pero a su humanidad. Todos los niños pasan por etapas de berrinches, todos los niños tienen días difíciles, todo los niños necesitan apoyos para aprender. Todos los niños son libros en blanco que tenemos que escribir con nuestro amor y compromiso como padres.
Es cierto, nada es fácil en la vida. Siempre hay retos, siempre hay puertas que se te cierran en la cara, siempre hay comentarios negativos y discriminación y prejuicio, pero también siempre hay oportunidades, siempre hay un pequeña puerta que se abre y nos guía a la luz. Siempre hay gente buena que quiere apoyar y aprender. Enfócate en lo bueno, pero sobre todo, comprende y comprométete con tu obligación como padre de aprender para enseñar, y de creer para que otros tengan fe. Si tu como padre no sabes, y si tu como padre no crees, lamentablemente no esperes que alguien más lo haga.
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