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Ha sido en los últimos años en los que realmente he comprendido el poder de volverse un defensor educado que comprende las implicaciones de la ley en cuanto lo que concierne a los derechos de nuestros hijos con discapacidad.
Como es común la ley se presta a interpretación para poder servir a dos lados opuestos. En el caso de la ley de educación especial, porque el lado opuesto a los padres es el más fuerte, la ley se interpreta muchas veces a conveniencia y sin compromiso.
Tratando de ahorrarse unos cuantos billetes, que se consideran una inversión sin retorno en la mente de quienes ven la discapacidad y no la capacidad, los gobiernos y las comunidades destinan a nuestros hijos a vivir vidas improductivas por falta de servicios o bien, por falta de calidad de los mismos.
Bajo esta premisa estamos siendo testigos en Estados Unidos del caso Endrew F. en la Corte Suprema, un caso en el cual los padres de un hijo con autismo exigen que el gobierno pague por la educación pública apropiada que el estudiante nunca recibió en la escuela. La denuncia se respalda en los datos recopilados que demuestran que debido a las carencias educativas del sistema el estudiante estaba estancando, situación que cambió cuando ingreso a un colegio privado.
No es la primera vez que la Corte Suprema de los Estados Unidos enfrenta una situación similar. Han pasado 35 años desde que resolvió el caso de Hendrick Hudson Central School District v. Rowley, decidiendo que la interpretación de Educación Publica Gratuita Apropiada –FAPE- no significa que un estudiante merezca un Cadillac, sino que basta con un Chevrolet que funcione para cumplir con la ley.
Desde el 1982 y como resultado de esta resolución, muchas familias se han conformado con el Chevrolet y se han resignado a admirar el Cadillac que sienten que sus hijos no merecen. Y aunque yo no soy abogado, soy solamente un padre, me atrevo a decir que si no luchamos por el Cadillac educativo tendremos que conformarnos por siempre con el Chevrolet de segunda mano.
Yo también en algún momento acepté el Chevrolet porque pensé que no había nada mejor. Y desde mi experiencia manejando un carro de quinta categoría aprendí que nunca podría cederles el volante a mis hijos y que si seguía conformándome con tan poco, ellos nunca aprenderían a manejar por si solos.
Ahogar las inseguridades y ser capaz de exigir el Cadillac que mis hijos merecen no ha sido una tarea fácil. Pero si ponemos las cosas en perspectiva, el Chevrolet representa la vida que otros quieren obligarnos a vivir. El Chevrolet representa segregación, falta de expectativas y conformismo.
Sumémosle a eso que porque el carro es demasiado barato e insignificante, a nadie le importa invertir en él. Por eso muchas veces el carro ni siquiera enciende y la gente espera que nuestros hijos se conformen con sentarse al frente a observar como sus compañeros sin discapacidad les pasan por delante sin manera alguna de algún día alcanzarlos. La distancia entre unos y otros se vuelve cada día más grande hasta que se convierte en un abismo.
Solo si luchamos por el Cadillac, y aunque no lo consigamos a la primera, seremos capaces de conseguir un mejor vehículo educativo para nuestros hijos. Y es verdad, todavía falta mucho por resolverse antes de querer que todos los Chevrolet se tiren a la basura y se reemplacen por Cadillacs para todos.
Para pensar en Cadillacs tenemos que pensar en los altos costos de mantenimiento. Y eso se traduce en entrenamiento profesional, en educación a lo largo y ancho de nuestras comunidades, en más fondos y menos restricciones para la educación integral de nuestros hijos con discapacidad.
Y si es así y el reemplazo de los Chevrolets por Cadillacs significa tal inversión, como podemos persuadir a la Corte Suprema de fallar a favor de nuestros hijos? Bajo la premisa de que darles a nuestros hijos un Cadillac Educativo el día de hoy, es la única manera de asegurarnos que podrán desarrollar sus habilidades al máximo para ser personas productivas y felices el día de mañana. Lo más probable es que si nos seguimos conformando con el Chevrolet, nunca los lleve nunca a ninguna parte.
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