Como cualquier madre lo haría por sus hijos, siempre estoy ahí para ellos, o por lo menos trato de estarlo de la mejor manera posible. No hay un manual que me asegure que estoy haciendo lo correcto, pero escucho a mi corazón y a mi voz interior. Un poco raro y falto de lógica, pero necesario considerando que mi tarea no tiene referencia porque realmente creo que todo hijo es único y en nuestra labor de padres, cada vida es un mundo y cada uno es irrepetible.
Mi hijo acaba de cumplir sus 13 años y estoy totalmente abrumada con el hecho de que tengo en casa un adolescente. Para mi se siente como la crisis de la edad media en la maternidad, porque nunca antes había pasado tanto tiempo pensando en las cosas aparentemente he hecho bien, y las que posiblemente hice mal. Muchos, “¿y, si?” se asoman constantemente, y en contraparte, me sigo repitiendo que no importa el pasado, cada día tenemos una nueva oportunidad de escribir el futuro.
Y así es, muchas veces no puedo controlar la ansiedad cuando se trata del futuro. Porque no sólo él está creciendo, los años también están avanzando para mi mientras mis hijos crecen. A veces siento que el tiempo corre muy deprisa como para poder ponernos al día con todo lo que aún queda pendiente antes de que se conviertan adultos. A veces siento que por los últimos trece años de mi vida, mi tarea más importante ha sido dedicarme a llenar los vacíos en la vida de mis hijos debido a su discapacidad. Por muchos años también, me convertí en uno de esos vacíos secundarios que no requieren atención inmediata, y sólo ha sido con el paso de los años que he aprendido que el único modo de llenar sus vacíos, es sintiéndome completa como mujer.
Y la realidad es que cuando uno cría hijos con discapacidades significativas, por muchos años y quizás durante la vida entera, uno tiene que ponerse en segundo lugar, porque no hay tiempo, no hay lógica, y el ideal de “tenerlo todo” no aplica. Cada minuto cuenta, y cada decisión los lleva al próximo paso. Es imposible darnos prioridad por encima de ellos.
Muchas veces estás haciendo el trabajo totalmente sólo porque aprendes que si no estás ahí, puede que él nunca aprenda a completar esas etapas naturales y regulares sin el apoyo adecuado. Y ahí estás, siempre llenando sus vacíos. Siempre buscando maneras para conectar los puntos mientras te auto-motivas en el camino. Aprendiendo a disfrutar del camino, incluso cuando el camino implica guerras absurdas con el mundo alrededor porque vale la pena cada lágrima, pero nunca será una tarea fácil y nunca más se tratará sólo de ti.
Tengo que reconocer que he estado llenando los vacíos por estos trece años, y mi mayor recompensa es ser testigo de cómo algunos de ellos ya se mantienen conectados sin mayor esfuerzo. Emir es independiente, es brillante, emocionalmente inteligente, y se que va a estar bien. Ayelén sigue madurando, creciendo, y en el pasado año, ha ganado muchas habilidades personales. Estoy feliz por eso.
Al final, supongo que se trata todo de percepción porque nada es ni nunca será perfecto.
A los padres que están cruzando etapas similares y están constantemente evaluando su rol mientras dedican sus vidas a llenar los vacíos en la vida de sus hijos:
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Tengan calma, cuídense, y no renuncien al amor
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Tengan fe en que aunque puede que nunca llegará el momento perfecto, hay un millón de momentos ideales en los cuales nos sentimos bendecidos y orgullosos de estar cumpliendo con nosotros hijos de la mejor manera posible conectando los puntos y llenando los vacíos con amor y fe en ellos.
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