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Algunas personas me siguen felicitando por ser madre de mis hijos, y reiteradamente me catalogan como una “madre especial.” De acuerdo a sus creencias, “Dios solo les da hijo especiales a padres especiales,” entonces yo sería considerada una madre especial a la segunda potencia, algo así como Mamá Especial al cuadrado.
La realidad es que para amar a mis hijos no necesito ser especial, porque si viviera bajo el prejuicio de creer que mis hijos necesitan de alguien especial para amarlos y aceptarlos, entonces estaría desmereciendo grandemente su valor como individuos y sus posibilidades como seres humanos. Mis hijos son totalmente “amables” y no tengo que ser especial para reconocerlos como los hijos más bellos del mundo, al final son míos, y lo antinatural sería que no los amara como los amo.
Es cierto, muchas personas no entienden el doble sentido de lo que dicen y no reconocen que junto a la repetida frase, están ofreciendo a los padres un premio de consuelo. Están tratando de ofrecerles una respuesta, porque ciertamente, este pobre padre necesita de más apoyo y comprensión que todos los demás, que no son ni especiales ni tienen hijos especiales.
También pasa que muchos padres caemos en la tentación de adoptar el título, porque es sencillamente normal seguir las tendencias cuando no tenemos información de primera mano, y ante la insistencia alrededor, hasta parece mala educación negarnos a ponernos la corona. Pero con la corona vienen las limitaciones, porque ciertamente este no es un título que abre puertas, sino todo lo contrario, las sigue manteniendo cerradas.
Y seamos honestos, todos hemos sido víctimas de nuestra falta de conocimiento y está bien. Tampoco estamos tratando de coronar héroes o padres perfectos que nunca han cometido errores, porque todos hemos aprendido de ellos. Habiendo aclarado esto, el problema aquí no es el prejuicio sin intención, sino la decisión de estancarnos en él y negarnos y negarles a nuestros hijos su derecho a crecer como personas sin etiquetas. Porque en contra parte, nos negamos a las etiquetas que creemos negativas, pero muchas veces reforzamos estas que son más llevaderas o “especiales.”
Analicemos a corazón abierto lo que estas frases y palabras implican para reflexionar y entender cómo afectan la vida de nuestros hijos,
1. “Dios solo le da hijos especiales a padres especiales.”
Desenmascarando el dicho, esto quiere decir: Tienes que ser fuera de este mundo para amar a una persona que de otra manera no se puede amar. No es natural amar a tu hijo, y para amarlo tienes que tener algo fuera de serie, o, “especial.”
2. “Dios te premió como madre especial porque estos niños sólo saben dar amor.”
Lo que significa que no son funcionales como individuos y que por las características físicas de su rostro ya hemos definido su destino y determinado que ni siquiera vale la pena intentar que aprendan a hacer algo más, porque sólo saben dar amor y tenemos que conformarnos con eso y sentirnos bendecidos. Un desconocido ha visto a tu hijo dos segundos en la calle o en una fotografía, y ya se siente con el derecho de definir quién es, lo que puede, y lo que no puede hacer.
3. “Los niños especiales como sus padres necesitan de vidas especiales. Aquí en esta escuela no tenemos maestros especiales. Lo sentimos.”
Entonces de repente la corona parece cargarse de espinas, porque lo que en un inicio parecía ser un premio se vuelve una tortura. La palabra especial se transforma en la guillotina que corta de raíz los sueños, y así, y porque somos madres especiales y no se espera que tengamos sentimientos maliciosos o que tengamos garras o agallas, tenemos que meter el rabo entre las piernas y salir en busca de ese mundo “especial” que nos merecemos y al cuál nuestros hijos están destinado por siempre. El único problema mis queridos padres es que el mundo es solamente uno, y ese mundo “especial” no existe. A cambio lo que hay es un mundo segregado que de “especial” no tiene nada.
Para mi, el día de las madres es todos los días porque desde que mi primer hijo nació me convertí en una. También para mi, todas las madres de este mundo son especiales cuando son buenas madres y es injusto no reconocer sus esfuerzos que son igual de grandes y valiosos que los nuestros. Pensando en mi propia madre puede decir que fue la madre más especial del mundo, y no creo estar haciendo una mejor tarea que ella.
Todos los hijos son igual de especiales para sus padres. Ni padres ni hijos merecen ni deben ser manipulados con la etiqueta de “especial,” porque si evaluamos honestamente los beneficios de la palabra “especial” comparados con las limitaciones, probablemente nos daremos cuenta que la palabra “especial” funciona como un medicamento terminal, que puede aliviar los síntomas, pero una vez se usa de modo frecuente, puede traer efectos secundarios que son más graves que el remedio.
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