Este verano decidí comprar una piscina armable para poner en el jardín trasero. Nunca había comprado una grande porque mi hijo Emir siempre le había tenido miedo al agua y no sabía nadar. Así que sin darme cuenta, como pasa muchas veces en la vida, en vez de darle la oportunidad, se la había quitado inconscientemente tratando de protegerlo.
Todavía con temor de las tantas cosas malas que pueden pasar cuando uno pone una piscina mediamente grande en la casa sin que los niños sepan nadar bien, me armé de valor y armé la famosa piscina. La llenamos de agua y comenzó el verano.
Y es aquí cuando uno se da cuenta como la oportunidad crea la habilidad
En cuestión de semanas, Emir le perdió el miedo al agua. Cuando comencé a compartir las buenas nuevas con algunas personas cercanas, algunas me felicitaron, mientras otras me advirtieron que ahora que ya no le temía al agua, todavía habían más riesgos de que algo le pase dentro de la piscina. Como siempre, los comentarios “bien-intencionados” que ven lo negativo en vez de lo positivo. De esos está lleno el mundo.
Pero en fin, siguió avanzando el verano y finalmente Emir aprendió a nadar. Literalmente hoy es un pez en el agua. No sé qué tipo de pez es porque su estilo es totalmente único. Pero es libre, es feliz, y ha ganado una nueva habilidad que le permite disfrutar sin reparos de situaciones que antes lo atemorizaban y lo incomodaban.
La experiencia completa me hizo reflexionar y pensar en cómo para que tu hijo aprenda, la oportunidad crea la habilidad. Me acordé de uno de los temas que más se discuten: La inclusión de las personas con discapacidad en actividades típicas. Una de las mayores limitaciones que nosotros como padres les ponemos a nuestros propios hijos es la misma que por mucho tiempo yo le puse a Emir. No le damos a nuestros hijos la oportunidad de ser parte de algo porque sentimos que no son suficientemente buenos, porque creemos que exponiéndolos los estamos poniendo en riesgo, cuando sin darnos cuenta lo que estamos es privándolos de vivir y aprender a su propio ritmo.
Hay que ayudarlos a entrar a la piscina y darles tiempo para aprender a nadar
Porque con la herramienta no llega la habilidad de forma instantánea. Hay que enseñarles a utilizar las herramientas, hay que darles tiempo, y hay que creer en ellos. Y finalmente cuando han logrado integrarse y comenzar a utilizar sus habilidades, hay que dejar de juzgarlos o disminuirlos pensando que no lo están haciendo lo suficientemente bien, y hay que celebrarlos y abrir la mente para entender que aunque sus capacidades no sean el espejo de lo consideramos “típico,” la habilidad está en su aplicación práctica y en cómo les ayudará en la vida.
La experiencia completa me recordó cómo muchos de nuestros padres nos enseñaron a nadar. Literalmente nos tiraron a la piscina y dieron un paso atrás para darnos la habilidad de aprender a sobrevivir dentro del agua. A veces como padres de hijos con discapacidad es difícil no sobre-proteger, es difícil saber cuánto en realidad pueden nuestros hijos, y dibujar claramente la línea entre sus capacidades y limitaciones. Lo que yo ha aprendido en todos estos años es que las capacidades están ahí cuando aprende a celebrarlas como lo que son, habilidades únicas sin comparación.
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