A mi hijo Emir le está saliendo bigote y yo me estoy volviendo loca. ¿Porqué? Por muchas razones a la misma vez. Soy divorciada y en este preciso momento el padre de Emir no está en el país, así que no hay el modelo varonil para enseñarle qué hacer en situaciones como esta. Y por supuesto, yo no tengo conocimiento del proceso de cómo ayudar a un jovencito a rasurarse por primera vez. Por todo lo anterior, esta mañana me encontré a misma llorando mientras buscaba en google, “rasuradoras seguras para principiantes.” De algún modo estoy asustada, emocionada, y abrumada, pero al mismo tiempo estoy tan orgullosa del bigote de Emir, aún sabiendo que no es mi logro sino una etapa totalmente natural que todo varón experimenta en su vida.
De todos modos, por el momento, Emir está totalmente satisfecho con su prospecto de bigote y hasta me ha dicho que está considerando dejarse la barba. ¡Cómo no! Y por tanto las conversaciones han comenzando a ponerse intensas alrededor de preguntas y respuestas que no nos llevan a ninguna parte, “Emir, ¿cuándo vamos a rasurarte el bigote?” con Emir por su parte respondiendo, “¿vamos? ¿acaso lo vamos a hacer juntos?” Yo en el otro lado, “Si, Emir. Porque no quiero que te cortes. Te voy a estar mirando,” y así continúa el círculo entre yo puedo solo, y yo sé pero te quiero ayudar.
Situación muy típica dentro de lo atípico si consideramos que Emir tiene síndrome de Down. En días como este, generalmente tengo que bajarle una rayita al drama y sentarme a reflexionar acerca de lo que está sucediendo entre mi hijo adolescente y yo. Me pregunto a mi misma, “Pero, Eliana. ¿porqué estás llorando?” y la respuesta es, porqué está creciendo y no puedo hacer nada para evitar emocionarme hasta la médula. Y es que no sé cómo llegamos a este día en el que estamos discutiendo los pasos para que su primera rasurada sea segura – todo pasó muy rápido. Dios sabe lo orgullosa que me siento de estar teniendo estas discusiones con palabras reales y al mismo tiempo quizás sólo El en su grandeza entiende lo aterrador que es estar en ese lugar que una vez veías tan lejano. Mi niño está creciendo. Está transicionando a la juventud y de repente ya estamos trabajando en sus planes para cuando termine la escuela. Se está afeitando este fin de semana por primera vez.
¿Tienen estos sentimientos algo que ver con la atípica circunstancia de que Emir vive con síndrome de Down? No creo, creo que son sin embargo resultado de lo típico en lo atípico. Estoy en ese momento en la vida en el cuál los bigotes de tu hijo te recuerdan que estás envejeciendo y que ellos no paran de crecer. Y tengo que admitir que me siento perdida en este típica y ridícula situación que todo el mundo vive. Pero al mismos tiempo cargo conmigo la nobleza de entender a través de esta experiencia e incluso viviendo vidas tan atípicas por diferentes razones como la de ser latinos, el idioma, las necesidades especiales, el estado civil, y más, nuestras vidas son extremadamente típicas y nuestros temores no son diferentes cuando se trata de enfrentar situaciones tan comunes como esta.
Sé que en un par de meses el bigote de Emir será una anécdota del pasado en el proceso de crecer juntos como familia, pero en este preciso momento es el evento más importante del fin de semana. Mi amigo J nos recomendó una rasuradora eléctrica que ya ordenamos, así que aquí vamos, estamos escribiendo un nuevo capítulo en esta historia. Nuestra propia historia, la que al parecer es la típica historia de amor y fe en la atípica circunstancia de crecer con síndrome de Down como el hijo de la madre más dramática del mundo, que por cierto, Emir, te ama con toda el alma y mucho más de lo que las palabras jamás serán capaces de expresar.
