La confusión abarca a propios y extraños, así que dediquemos un par de minutos a reflexionar y aclarar un concepto muy importante, nuestra tarea como padres de hijos con discapacidad es luchar por igualdad. Nuestros hijos no son ni mejores ni peores, y en cambio, son humanos como todos.
Es sencillo, el prejuicio se traduce como falta de igualdad. Las personas no son mejores por tener una discapacidad, no son más bendecidos, no son más valiosos, ni son mejores hijos. Los padres de hijos con discapacidad no so especiales, ni fuera de este mundo, ni tienen más amor para dar que los padres típicos.
Las personas con discapacidad no son más especiales que nadie. La discapacidad no es un boleto a la santidad, es un reto que como cualquier otro, enfrentado con amor, fé, y trabajo duro, se normaliza y se vive de la manera más típica posible dentro de las situaciones atípicas que trae consigo.
Idealizar a las personas con discapacidad y sus familias lo único que hace es crear diferencias innecesarias que invitan al prejuicio y a la discriminación. ¿porqué aislarnos en vez de integrarnos y con nuestro ejemplo construir un mundo en que nuestros hijos sean percibidos como individuos únicos en vez de etiquetas vivientes?
Cada vez que decimos, “los niños así son angelitos, son cariñositos, son esto o lo otro,” estamos discriminando, creando diferencias absurdas, encasillando, y diciéndole al mundo que no hace falta parar a descubrir al individuo porque el individuo no existe, la discapacidad lo define. Así, les quitamos a nuestros hijos su derecho a ser tratados como personas únicas. Les quitamos la oportunidad de demostrar lo que pueden porque ahogados en los prejuicios estamos repitiendo una y otra vez que resultado de su discapacidad haciendo a un lado su individualidad.
Las personas con discapacidad no son más inteligentes ni más evolucionadas que nadie por tener una discapacidad. Como cualquier otro ser humano son el resultado de su crianza, del trabajo y la fe de sus familias en su compromiso de reconocer la capacidad y celebrar a la persona sin prejuicios ni etiquetas.
Los padres que luchan por la igualdad ven a sus hijos como personas únicas, aceptan su responsabilidad de hacer de ellos la mejor versión de sí mismos, tienen altas expectativas, los crían con amor y reglas, y definitivamente no esperan que con sus poderes angelicales sean capaces de cambiar el mundo por si solos o se conforman con que sean excluidos o discriminados bajo el prejuicio que quiere hacernos creer que aunque son ángeles no son lo suficientemente valiosos para ser tratados como personas típicas.
Importante señores y señoras. Pensar, reflexionar, y decidir qué queremos para nuestros hijos y como nuestros actos estancan o ayudan a que el mundo evolucione para que finalmente un día la gente entienda que el título de “especial” no es una etiqueta que uno se pega en el pecho cuando un hijo tiene una discapacidad, sino una que uno como padre se gana con pasión, trabajo duro, y esfuerzo, sin importar la condición de su hijo.