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No sabía nada de inclusión antes de convertirme en madre de dos hijos con síndrome de Down, y tampoco entendía el concepto de diversidad hasta que emigré a los Estados Unidos. Las lecciones mejor aprendidas en la vida son aquellas que uno asimila resultado de su vivencia personal, por eso, algo que también he aprendido con el paso de los años es a respetar la visión de quienes no lo han vivido y muy probablemente nunca lo podrán entender.
Sin embargo, hay una diferencia contundente entre no entender y ejercer nuestro derecho a ser indiferentes, y no entender pero interferir afectando el derecho de quienes se lo han ganado resultado no de su decisión, pero de su inevitable vivencia.
Reflexionando acerca de ellos quiero presentar estos 6 comportamientos sociales, que desde mi experiencia, limitan la inclusión:
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La búsqueda indiscriminada de atención social sin analizar las consecuencias de nuestros actos e incluso, sin tener un objetivo claro. Prueba de ello son la infinidad de páginas en los medios sociales que refuerzan el prejuicio. El objetivo de estas páginas no es el de fomentar la inclusión pero el de celebrar la exclusión basados en el reforzamiento de prejuicios victimizadores que asilan a las personas y las agrupan bajo interminables etiquetas de idealización, y por tanto limitación. La base de la inclusión no es la existencia de seres humanos fuera de este mundo, sino de personas comunes y corrientes que luchan porque su derecho a igualdad sea reconocido y cubierto.
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La falta de habilidad para escuchar y aprender. La falta de interés real en la causa respaldada en la satisfacción personal de alimentar nuestro propio prejuicio. Me faltaría la vida para presentar ejemplos gráficos de este comportamiento. En el sinnúmero de artículos y publicaciones que presento de manera constante, nunca deja de sorprenderme la reacción indiferente de la gente y su inhabilidad de escuchar. En artículos que se llaman literalmente, “Las personas con discapacidad son individuos únicos,” 7 de cada 10 comentarios están dedicados a reforzar el prejuicio de que porque las personas tienen una condición o discapacidad específica, son por ejemplo, los mejores del mundo, los más tiernos, lo más maravillosos, niños eternos, etc, etc. Mi favorito, “amo a estos niños porque son los más bellos. Conocí uno y me cambió la vida.” Si en su calidad de ser humano usted conoció a una persona que le cambió la vida, y cree amar a esa persona, dele a esa persona el crédito de haberle enseñado a amar en su individualidad. Esa es la mejor manera de mostrar respeto y aprecio verdadero.
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La comercialización indiscriminada del proceso de inclusión. Nunca deja de asombrarme cómo la inclusión se maneja como una transacción económica al punto tal en el cual padres, escuelas, y comunidades aseguran no tener los fondos suficientes para alcanzarla. Aunque la inclusión requiere una inversión económica para ser optimizada, la verdadera inclusión no tiene un precio agregado. Si creemos lo contrario entonces ciertamente la inclusión nunca va a funcionar, no porque haga falta pagar por algo, sino porque no tenemos el compromiso social y humano de abrazarla como parte de nuestra cultura entendiendo que es un proceso totalmente imperfecto que no se evalúa basado en éxito absoluto sino en el crecimiento gradual que permite un cambio transformador en la sociedad.
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La busca de favoritismo escudados en la palabra inclusión. Inclusión no es sinónimo de favoritismo. No se trata de darle a la persona más de lo que merece para colocarla en un mejor lugar comparada con sus pares. La inclusión se trata de analizar lo que falta para conseguir que esa persona consiga estar en una posición igualitaria sin diferencias. La discapacidad no es una tarjeta de presentación para conseguir más cosas o generar preferencias.
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El rechazo de la inclusión fruto de la falta de educación o mala práctica de la misma. Lo más fácil es refutar el beneficio de la inclusión basados en la limitación mental de que no funciona o es un ideal que no puede ser alcanzado. Lo difícil es aceptar con honestidad que la inclusión no es un proceso establecido que nos asegura resultados inmediatos. La inclusión es trabajo duro, es análisis, es ajustes, es pasión, y devoción. Si no funciona es porque nos falta educación, porque nos falta invertir más tiempo y dedicación en la aplicación de mejores prácticas. Porque nos hemos olvidado de reconocer las necesidades del individuo y seguimos tratando de encasillarlo en la expectativa estándar en vez de ajustar nuestros estándares a sus necesidades
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La falta de valor por la educación y la decisión personal de evadir el compromiso de comprensión de la ley basados en la excusa de que las leyes no se cumplen. Nuestra falta de civismo limita increíblemente la inclusión y muchas otras áreas de la ley a todos los niveles. La retórica de que la ley no se cumple es generalmente vacía, porque aunque los padres nunca han leído la ley, prefieren afirmar que no funciona en vez de leerla, estudiarla, y analizar para activarla y exigir que se cumpla. Las luchas no se pierden porque la ley no funciona, sino porque no conocemos la ley, y por tanto, no podemos utilizarla a nuestro favor. Nuestro compromiso social de estudiar, compartir, empoderar a otros padres, y así activar la ley, es lo que permite que la inclusión funcione
Dicho todo esto, podemos seguir culpando a terceros de las carencias que limitan la inclusión, sin embargo, somos todos responsables de su éxito. Nuestra mayor tarea como padres, y volviendo al hecho de que hay que vivirlo para entenderlo, es educarnos y educar creando conciencia social acerca de la necesidad de inclusión. Nuestra lucha no puede ni debe ser emocional sino racional y educada bajo la firme convicción de que es el derecho de nuestros hijos el de ser parte del mundo sin límites. Tienen derechos a celebrar sus propias habilidades con los apoyos necesarios establecidos bajo las leyes de igualdad que promueven la inclusión plena de todo ser humano.
La pregunta final es, ¿cómo padres, maestros, profesionales, y ciudadanos, está nuestro comportamiento social generando exclusión o inclusión?