Aprender a reconocer la capacidad de quienes viven con una discapacidad es el primer paso hacia la inclusión, la normalización, y un futuro pleno y con oportunidades para nuestros hijos. Eso creo que todos lo sabemos. Pero lamentablemente, cuando es hora de ponerlo en acción, parece ser que todavía seguimos confundidos.
- Tratando de proteger a nuestros hijos muchas veces los privamos de su derecho a tomar decisiones, ya que creemos que no tiene la capacidad o que nuestra decisión es la más acertada u oportuna
- Como espectadores, tenemos esa tendencia absurda e irrespetuosa de disminuir la capacidad de las personas con discapacidad, cuando asumimos que alguien más decide sobre sus vidas y sobre sus cuerpos
- Nos quejamos porque no tiene voz pero les quitamos toda oportunidad de expresarse porque no tenemos tiempo de escucharlos o paciencia para entenderlos
- Le decimos a sus padres lo que deben hacer o cuáles son las mejores decisiones que deben tomar para sus hijos, ignorando completamente que no por tener una discapacidad una persona no es lo suficientemente capaz para tener preferencias, sentimientos, y opiniones individuales
Hay un millón de ejemplos al respecto en la vida cotidiana de los cuales podemos aprender y nos pueden ayudar a reflexionar. Yo tengo un hijo de 14 años con síndrome de Down que ha crecido a través de los medios sociales y al cual le encanta compartir sus aventuras online. Tiene épocas en las cuales quiere dejarse el pelo largo, luego de la noche a la mañana decide cortarse el cabello. Le está creciendo el bigote y ahora ha decidido que también quiere barba. Dios sabe que mi mayor premio y mi mayor orgullo es escucharlo hablar. Lo apoyo en cada una de sus decisiones, no importa lo locas que sean, porque la vida entera he luchado por darle esa capacidad y no podría estar más orgullosa de verla materializarse cada día. Entonces, me pregunto ¿porqué muchas veces cuando la gente ve sus fotos o videos inmediatamente asume que yo decido si cortarle el cabello o afeitarlo? Si vamos a asumir, aprendamos a asumir positivamente para respetar la capacidad de las personas con discapacidad.
He ahí la cuestión. Para que la inclusión funcione, señoras y señores, todos tenemos que convertirnos en cómplices de la evolución mental, y así, aprender a reconocer la capacidad de quienes viven con una discapacidad. Aprender a preguntarles su opinión, darles oportunidades de fortalecer su autonomía, tener fe y altas expectativas hacia ellos, como hijos, o como miembros de la comunidad. Porque cuando un joven cumple 14 años ya no quiere que lo traten como un niñito, ni que le digan osito o angelito. El joven quiere y necesita como todos ser tratado con respeto, vivir con intención, tener responsabilidades, y ser tomado en cuenta por propios y extraños siendo reconocido como individuo no como un diagnóstico.