Comencemos por humanizar el proceso de inclusión cuando un hijo es diagnosticado con una discapacidad. Es natural que ante la falta de conocimiento de los padres, muchos de ellos de manera consciente o inconsciente se aislen en el intento de fortalecerse y ganar un mayor entendimiento de la condición de su hijo o hija. Los primeros meses e incluso años, puede que el padre viva y respire el diagnóstico porque hay una necesidad de comprensión plena para tomar las previsiones necesarias en pro del bienestar del individuo.
También porque el niño o niña está aún ganando las habilidades básicas de vida que le permitirán integrarse en la sociedad, es totalmente natural que los padres tengan temor u opten por pertenecer a comunidades “especiales” en las cuales se sienten entendidos y protegidos. Pero porque el proceso de inclusión comienza con los padres, los padres deben dar el próximo paso para integrarse en la comunidad, manejar sus inseguridades y temores, tener y así sembrar altas expectativas hacia sus hijos. De otro modo, tanto el padre como el hijo vivirán excluidos, situación que no favorece a ninguno de los dos, ya que todos somos partes del mismo mundo y todos tenemos el mismo derecho universal a ser tratados con igualdad y respeto.
El Proceso de Inclusión Comienza con los Padres
De nuevo, recordemos que el hijo es fruto de las decisiones del padre en todo momento. Una responsabilidad abrumadora pero totalmente cierta. El hijo camina el camino que el padre pavimenta para él. Entonces, para que el hijo pueda ser incluido en la sociedad, el padre debe comenzar el proceso por sí mismo.
¿Cómo comienza el padre el proceso inclusivo?
Entendiendo y aceptando que en realidad no hay una meta sino un camino. Que el camino no es fácil. Que comodidad no es sinónimo de éxito, y que si no hay retos probablemente no vamos a ver progreso. Como padres vamos a enfrentar momentos difíciles que nos harán crecer. Vamos a ver frustración en nuestras hijos y en vez de retirarlos vamos a tratar siempre de identificar cuáles son las carencias para poder cubrirlas y facilitar así la integración.
Para que todo esto pase, los padres debemos sobreponernos a nuestros temores, y para ello también debemos darles a nuestros hijos herramientas de auto-suficiencia que nos quitarán poder para traspasar ese poder a nuestros hijos. Como padres tenemos la tendencia a rescatar a nuestros hijos de los problemas, pero ¿qué pasa cuando no estamos ahí?
¿Cómo podemos ayudar a que nuestros hijos ganen la capacidad de convertirse en auto-defensores?
No siempre tener la capacidad de defenderse significa responder con un golpe, pero si entender cuáles son los pasos para estar seguros, tener una persona de referencia con la cuál puedan contar además de nosotros, aprender a utilizar herramientas alternativas de comunicación, y sobre todo, tener fe en sí mismos y saber que merecen respeto para no ser víctimas de abuso. Un paso gigantesco hacia la inclusión es el auto-estima, que sólo se gana cuándo el hijo crece en un ambiente en el cuál reflejo de la seguridad de sus padres, el individuo tiene altas expectativas hacia si mismo y de parte de los demás hacia ella o él.
Entonces, si el padre nunca se compromete con su propio proceso de inclusión y vive bajo la ilusión de que hay un mundo especial en el cuál tanto padre e hijo están protegidos, y se conforma con asilarse y asilar a su hijo para no sufrir o enfrentar la realidad tratando de evitarse el estrés, entonces lamentablemente la inclusión nunca llegará para ninguno de los dos. Y cuando hablamos de inclusión no hablamos de un proceso perfecto lleno de alegrías y satisfacciones, sino de un camino difícil cargado de retos y frustraciones en el cuál se invierte la vida con la intención de darle una vida y un futuro a ese hijo que viviendo con una discapacidad tiene la capacidad de reventar la burbuja especial para vivir en el mundo real, con sus retos y sus premios.