Me gustaría comenzar este artículo compartiendo que soy una experta que nunca se equivoca cuando se trata de discernir entre celebrar y malcriar, pero todo lo contrario, lo escribo desde la humildad de haber caído en el juego de mi hija, Ayelén, el día de ayer. Para quienes nos siguen en Facebook habrán sido testigos de cómo se hizo un emparedado de kétchup y mermelada de frutilla en Facebook Live. Me enredó completamente con su historia mientras le ponía a su emparedado ojitos y nariz de kétchup, mismo que coronó con una cabellera de mermelada que yo misma le ayudé a poner. Mi emoción por escucharla hablar, de verla tan feliz y realizada me nubló totalmente la lógica, y recién en la noche cuando volví a ver el video fue que me di cuenta.
La línea entre celebrar y malcriar a un hijo es tremendamente fina. Y cualquiera que me conozca sabe que soy el tipo de madre que jamás le permitiría a un hijo comerse un sándwich de kétchup y mermelada, pero ahí está la prueba fehaciente de cómo las emociones nos sobrepasan y de cómo los niños aprenden a manipularnos desde dónde somos más débiles.
¿Cómo consiguió Ayelén prepararse un sándwich de kétchup y mermelada, ganar mi aceptación, y recibir miles de visitas en un par de horas?
Sencillo:
- Cuando me escuchó venir, me gritó desde la cocina: “Tengo una sorpresa. Enciende la cámara.” Ayelén sabe que yo amo verla hablar e interactuar, y que me fascina filmarla.
- Se inventó un personaje. Lo asoció con una película que vió. Básicamente me contó una historia para distraerme del objetivo principal que no era para nada el extraterrestre de su sándwich, sino el sándwich mismo.
- Me involucró. Me invitó a ser parte de su aventura de la manera más dulce y divertida posible. Me volvió cómplice, y hasta me hizo ponerle el cabello de mermelada al sándwich.
Analícese la capacidad y la habilidad involucradas en este ejercicio. No, no fue espontáneo porque ella sabe que yo nunca la dejaría comer esto. Fue fríamente calculado y funcionó. ¿Qué hice yo? ¡Caí redonda! Y es mi responsabilidad y mi culpa, pero como siempre una experiencia para reflexionar y compartir: ¿Cuántas veces celebramos cosas que no celebraríamos si el componente emocional no fuera parte de estas aventuras inesperadas?
Anoche le dije a Ayelén, “No puedo creer que me hiciste caer en tu juego del extraterrestre del sándwich.” Se comenzó a reír, y me dijo, “Estaba delicioso.” Lo que me hizo comprobar mi teoría, y yo también me reí con ella porque siempre voy a reconocer la inteligencia detrás de sus actos, aun cuando no siempre pueda ser tan objetiva y estructurada como quisiera para darme cuenta de que muchas veces la celebro y otras la malcrío. No es una situación para nada fuera de lo común, así que como siempre digo, somos más parecidos qué diferentes.