El fin de semana pasado, Ayelén fue invitada a una fiesta de cumpleaños. En sus propias palabras, “solo las chicas populares son invitadas a fiestas de cumpleaños”. Esta línea, junto con muchas otras, son cosas que está aprendiendo mientras tiene una interacción típica con sus compañeros sin discapacidades. Ella está constantemente planteando conversaciones que me sorprenden y me emocionan. Como la otra noche, “Creo que necesito un novio, mamá”. Yo, “¿por qué necesitarías un novio?” Ella: “Para sentir amor y darle besos”. WOW, esas cosas me matan, de la buena y mala manera. Me encanta el hecho de que ella tenga pensamientos tan complejos y, al mismo tiempo, siento que la vida avanza demasiado rápido y aún queda mucho por hacer para asegurarle una vida plena. No hay manera de medir las ganancias que la inclusión le ha dado a lo largo de los años, pero algo que puedo asegurar es que la inclusión es un viaje, no un destino, y que la mayoría de los premios que trae a nuestras vidas no son cosas que esperábamos o imaginábamos.
Dicho esto, la inclusión no es mala cuando parece fallar. La inclusión no garantiza la perfección o es algo que lograrás en un momento dado para poder descansar y olvidarte de ella. La inclusión es un compromiso constante que requiere identificar necesidades cambiantes, la provisión de apoyos adecuado y el entendimiento pleno de que siempre habrán desafíos, desafíos que debemos aceptar porque esas son las oportunidades naturales para enseñarles a nuestros hijos algo nuevo. Oportunidades para medir su capacidad de interactuar con lo inesperado, para demostrar resiliencia incluso sabiendo que hay situaciones que no son fáciles para ellos ni tampoco para nosotros.
Ahora que mis hijos están grandes y son conscientes de los desafíos diarios que trae la inclusión, los respeto más que nunca. Sé que todos los días los envío a un mundo complicado que va más rápido que ellos. Sé que hay momentos en que se han sentido desconectados o incluso rechazados. Pero también sé que cada experiencia difícil les ha enseñado a ser más fuertes, a ser más sabios y a tener más confianza en sí mismos. Tomé esta decisión por nosotros cuando no tenían la opción de decidir y no me arrepiento. Los he presionado incansablemente para dar lo mejor de sí y aceptar el hecho de que todo comienza en nosotros mismos y no debemos medirnos por lo que podemos sino por lo que estamos dispuestos a dar. He aprendido junto a ellos y de ellos que uno no puede rendirse sin intentarlo mil veces. Simplemente porque en cada intento uno aprende algo nuevo, y al final la meta es esa, avanzar porque como seres humanos nunca vamos a “llegar. “ Inspirada en ellos he aprendido que nuestras decisiones cotidianas marcan nuestras vidas y escriben nuestros futuros.
A veces todavía sueño con un día en el que la vida será más fácil o “normal”, pero la mayoría del tiempo no imagino nuestras vidas diferentes. Los desafíos nos han hecho más fuertes, y aunque nuestras vidas nunca son o serán fáciles, estoy agradecida porque son increíbles. De todas las cosas maravillosas que hemos construido juntos me quedo con este amor verdadero y la aceptación mutua que hemos logrado como familia. Es mágico amar y ser amado tanto, sin juicios, sin expectativas estúpidas, con tanta sencillez y con tanta honestidad. Por todo esto creo que la inclusión es un viaje y no un destino, es un viaje para disfrutar, abrazar y celebrar cada día. Un viaje que nos da mucho más de lo que podemos medir a muchos niveles, y un camino transformador que nos fortalece de maneras que no podemos imaginar.
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