He decidido comenzar el año con una serie de artículos para crear conciencia acerca de la necesidad de brindar ayuda a madres, a todas, a las madres de hijos típicos y madres de hijos con discapacidades. Creo que al final de una u otra manera todas pasamos por situaciones similares aunque pueda que dadas las circunstancias, en el caso de madres de hijos con discapacidad estas situaciones se vuelvan parte de la cotidianeidad. Este artículo va dirigido a los que dicen: No ayudo porque se deja ayudar.
Señores y señoras, damas y caballeros: No hay justificación más barata que la línea que abre esta publicación. Hagamos conciencia como adultos. Si la mujer, que se ha convertido en madre, está viviendo una situación de estrés en la cual para ganar control sobre sus emociones siente que tiene que tener control de todo, ¿la dejamos que se ahogue porque no quiere hacer lo que nosotros queremos?
O, no sólo desde la madurez emocional sino también desde el deseo sincero de ayudar, ¿apoyamos respetando sus reglas, su estructura, y su espacio? Es una familia independiente con sus propias reglas, con sus propias metas, con sus propios dramas y sueños. Si queremos ayudar acerquémosnos con respeto y ofrezcamos apoyo sin juicios. Si no podemos sobreponernos a nuestro ego y no podemos respetar las reglas y valores que existen en esa vida y en ese hogar, entonces no digamos que no se deja ayudar, digamos que no queremos ayudar.
No hay peor ayuda que la ayuda condicionada o la ayuda indiferente o a medias que a veces hay que aceptar cuando no queda otra. Esa ayuda se recibe como es entregada, con inseguridad, con resentimiento y con frustración. Cuando ofrecemos ayuda verdadera la entregamos de corazón. Hacemos que el otro lado se sienta feliz y agradecido. Le damos a esa persona un descanso. También lo hacemos sobre la base de nuestra humanidad reconociendo que así como esa persona está pasando hoy un estado de vulnerabilidad, así puede que algún día estemos nosotros y vamos a necesitar lo mismo, y queremos que nos sea ofrecido y entregado de la misma manera.
- Todos necesitamos ayuda. Todos nos queremos dejar ayudar, pero debería ser iniciativa de quienes nos aman, o aman a nuestros hijos, ofrecer esa ayuda con respeto y con una actitud sincera y desinteresada.
- A veces la ayuda se traduce a un acto físico e inmediato. “Te cuido a tus hijos un ratito. Vete a hacerte las uñas.” Así de simple. Sin sermones, sin consejos, sin preguntas, y sin reproches.
- A veces la ayuda es algo como, “Respeto que no quieres que cuide a tus hijos, pero te acompaño y tu dime qué hacer.”
- A veces la ayuda es un simple, “¿Cómo estás hoy? Te escucho.”
Y la mayoría de las veces, ayudar es simplemente estar ahí y convivir con el hecho de que damos y recibimos todo el tiempo cuando somos parte de una relación, ya sea en nuestro papel de amigos, parejas, familiares, familia política, vecinos, colegas. En conclusión, ayudemos de corazón, y si no queremos ayudar hagámosnos a un lado. Pero no busquemos excusas. No es que no se deje ayudar, es que no estamos ayudando como debemos.