Hay mucha confusión en la comunidad con respecto al tema de la discapacidad. Muchos siguen pensando que es una mala palabra y en el intento de defender a sus hijos de ella, intentan demostrar a cualquier precio que sus hijos son como todos. El problema es que no hace falta tal demostración porque cuando hablamos de que todos somos iguales no lo hacemos desde el diagnóstico o desde lo que el individuo puede o no hacer en relación al desarrollo típico, la igualdad viene todo lo contrario desde las bases humanas que nos dan a todos los mismos derechos: derecho a la libertad y derecho a la identidad, acompañados de otros que son al alimento, a la salud, al agua, y a la educación específicamente para los niños, indistintamente de su condición.
El problema de negar que la discapacidad existe es que cada vez que el padre niega las necesidades individuales de su hijo, el padre inmediatamente le quita a su hijo el derecho a su libertad de ser y a su identidad, porque sí, la discapacidad queramos o no, forma parte de la identidad del individuo ya que viviendo con ella el ser humano se desarrolla y adapta al mundo mientras el mundo a su alrededor se adapta a él y respetando sus derechos como persona con discapacidad, le entrega las adaptaciones y modificaciones necesarias.
El problema de negar que la discapacidad existe también viene asociado a la frustración intensa que puede provocar en el padre y en el hijo, ya que el padre en el intento de anular los retos sintiendo que la discapacidad es un prejuicio, puede agotarse emocionalmente y también económicamente causando retos en el hijo, quien también estará luchando constantemente contra su condición de persona con discapacidad.
Entiendo que es tremendamente confuso entender todos estos conceptos pero la conclusión es simple: el padre debe trabajar en aceptación plena desde el inicio para encontrar el balance adecuado que le permitirá antes que nada aceptar que efectivamente su hijo vive con una discapacidad y no hay nada malo en ello, y segundo y a partir de ahí, el padre en vez de concentrarse en la discapacidad y sus retos, se concentrará en la capacidad de su hijo para ayudarle a maximizarla y encontrar su camino al éxito como cualquier otro individuo.
Todos somos iguales y diferentes al mismo tiempo. Nos acercamos en nuestras similitudes y nos fortalecemos en nuestras diferencias. Aprendemos los unos de los otros, y es que mientras más normalizada está la diversidad es más fácil que todos florezcamos y alcancemos el máximo de nuestras habilidades.