Justo ayer leía con curiosidad una discusión en uno de los tantos grupos de padres de hijos con discapacidad. Grupos que eligen llamarse “Padres Especiales,” o “Hijos con Súper Capacidades,” y así mucho más. Lo curioso que este como muchos otros grupos que idealizan a las personas con discapacidad para darles poderes fuera de este mundo se caracterizan por algo muy particular: no creen en la inclusión ya que acompañados de lo especial consideran que sus hijos son demasiados buenos o que con sus capacidades diferentes no pertenecen al mundo en el cual la gente tiene sencillamente capacidades. 

La discusión giraba en torno a una madre que preguntaba cuál es la colocación educativa ideal para su hijo que empieza la escuela pronto. Un gran portcentaje de los padres compartían experiencias y consejos en torno a la inclusión y lo mala que es ya que nadie está preparado. Un padre decía, “prefiero que sea feliz con los que son como él a que esté sentado en un salón sin hacer nada con compañeros que lo rechazan.” Sin embargo más abajo el padre compartía que nunca ha incluído a su hijo, pero compartía abiertamente la percepción que ha adoptado y la visión que lo hace sentirse cómodo con respecto a la segregación académica. 

Otro caso expuesto que es muy común era el de una madre que aconsejaba a los padres que no pierdan el tiempo, ya que su hijo estuvo incluido y no sirvió de nada. Decía que solo trajo dolores de cabeza y hubo que sacarlo de la clase a los seis meses porque su hijo no era del tipo para “incluir.” Con esta aseveración sentaba un nuevo precedente: que hay personas que pueden y no incluirse, según ella. Y que es mejor ni intentar si ves que tu hijo no puede. 

Después de leer esta discusión interminable en la que algunos padres trataban de defender la inclusión sin suerte, me quedé con ese sentimiento de frustración que pues a veces experimento cuando me doy cuenta de lo equivocados que estamos con respecto a la inclusión. Lo más triste aún, ser testigos de cómo muchos padres definen el futuro de sus hijos basados en este tipo de consejos que vienen de otros padres que hablan de una realidad que no conocen normalizando así la segregación. Y la conclusión es simple porque cuando la inclusión no funciona, todos apuntamos a los maestros y al sistema, ¿pero qué pasa con nosotros? ¿cuál es nuestra responsabilidad como padres? ¿cuál es nuestro aporte personal a la inclusión? 

Primero, gente. La inclusión no tiene como objetivo reparar al individuo. Tu hijo tiene y vivirá con una discapacidad por siempre. Una que influenciará su vida de muchas maneras. Probablemente su modo de aprender, su modo de comunicarse, su modo de comportarse, etc, etc. La inclusión no promete cambiar a tu hijo ni hacer milagros gracias a su posicionamiento en aula común. La inclusión es conseguir lo mejor de tu hijo o hija de acuerdo a sus capacidades individuales y con su presencia cumplir su propósito humano como persona con discapacidad, normalizando su vida gracias a la exposición natural en su entorno. 

La inclusión es para todo el mundo porque es una parte natural de la vida. Cuando tu hijo camina en la calle está incluido ya que es un ciudadano común ejerciendo su derecho de moverse libremente. Cuando tu hijo va al parque y juega en los columpios está incluido, ya que está ejerciendo su derecho a ser parte de su comunidad y hacer uso de lo que le corresponde como a todos los demás. Ahora cuando hablamos de inclusión académica, la inclusión académica no es blanca o negra. No porque el estudiante necesite más apoyos significa que está excluído. El estudiante debe estar incluído en el ambiente menos restrictivo de acuerdo a sus capacidades y necesidades, y cualquier ubicación alternativa debe ser considerada temporal o transitoria como una herramienta para impulsar al estudiante a ganar las habilidades inclusivas necesarias para convivir con sus pares. Parte de las herramientas que permiten la inclusión vendrán naturalmente fruto de la influencia que genera el estudiante con discapacidad en el aula, ya que con su sola presencia estará cambiando mentes y fortaleciendo no sólo la inclusión sino también la diversidad.  

Ahora volviendo al caso del padre que quiere que sea feliz en vez de estar sentado en un aula con gente que no lo quiere. ¿Cómo puede ser feliz un ser humano en aislamiento y sin oportunidad de pertenecer? ¿Cuánto tiempo podemos hacerlos felices nosotros sus padres aunque seamos los mejores padres del mundo? No nos olvidemos que nuestro rol en sus vidas es sólo uno, somos sus padres. Nuestro hijos necesitan tener amigos, conocer gente que quieran y gente que no quieran, necesitan interactuar con una diversa gama de seres humanos para que así como todo el mundo, también ellos aprendan que es la diversidad y se sientan cómodos y la respeten. No son las víctimas. Son personas como todas que necesitan vivir y aprender. 

No podemos atentar contra la inclusión presentándola como un monstruo basados en suposiciones. Tenemos que trabajar porque se de en la mayor medida posible y para ellos, debemos reforzar en el hogar el trabajo de la escuela. Será un camino difícil y puede que avancen en algunas áreas y se estanquen en otras a nivel académico, y vamos a evaluar cuando pueden y vamos a seguir. Mientras tanto sin duda estarán avanzando de manera natural en el área social. Vamos a aprender a medir progreso de un modo diferente, y en vez de creer que no aprendió nada porque no avanza como un estudiante típico, vamos a celebrar su avance desde su propia capacidad. 

Seamos honestos, padres. No podemos renunciar a la lucha sin siquiera haberla empezado, y peor aún, sembrar semillas de impotencia que afectarán cómo otros padres perciben el futuro. Para terminar, la inclusión no se consigue en seis meses, ni en un año, y probablemente para muchos estudiantes con discapacidades significativas, la inclusión tome una vida. Y aún así, luchar por su inclusión la vida entera vale la pena y todos los esfuerzos. Porque cuando el estudiante se gradúe de la escuela puede que no haya aprendido lo mismo que sus compañeros típicos a nivel académico, pero si el estudiante creció incluído con certeza sabrá cómo moverse en el mundo, se sentirá cómodo, habrá crecido influenciado por sus pares típicos y su vida se habrá enriquecido gracias a esta experiencia tan típica, así como sus pares se habrán enriquecido también con su vida. No estamos hablando de perfección, no estamos hablando de haber reparado al individuo o haber creado una versión superior de ella o él para demostrar que la discapacidad no existe. Estamos hablando del respeto que debemos tener por nuestros hijos con discapacidad creciendo al máximo de sus propias capacidades.

Eliana Tardío
¡Conéctate!

About Eliana Tardío

Eliana Tardío es la mamá de Emir y Ayelén; ambos con síndrome de Down. Reconocida por su trabajo promoviendo la inclusión natural de las personas por su individualidad, Eliana ha sida reconocida por celebridades como Araceli Arámbula, Thalia, María Celeste Arrarás, Karen Martínez, y más. Su historia ha sido compartida por las cadenas mundiales más importantes: Univisión, Telemundo, CNN, y Azteca América. Nombrada Bloguera Latina Inspiración 2014 en USA, en este espacio Eliana comparte sus vivencias y recursos con más de 200.000 visitantes al mes.

View all posts by Eliana Tardío