Repito constantemente algo que me parece muy importante y que todavía sigue siendo el centro del problema de la inclusión: la inclusión no es cambiar a tu hijo ni tampoco conseguir que gracias a ella supere su discapacidad para alcanzar un “status” de persona típica. La inclusión no se alcanza cuando el estudiante logra hacer lo que todo los demás ni cuando se sobrepone a sus retos naturales para demostrar que si puede. Nada más equivocado y absurdo. Todo lo contrario, la inclusión sucede y se materializa cuando el estudiante es aceptado y celebrado con sus propias capacidades y a través de un análisis real de sus retos es reconocido como una persona con discapacidad que tiene derecho a acceder a adaptaciones y modificaciones según sea necesario. En otras palabras, la inclusión se trata del arte de aprender a enfocarse en la oportunidad en vez de la limitación que hace que los padres se obsesionen con lo imposible y vivan frustrados, deprimidos y enemistados con el mundo.
En la vida real y cotidiana, tenga nuestro hijo o no una discapacidad, nos vamos a encontrar con la realidad de que no todos los espacios son los ideales para ella o él, por una u otra razón. Si un niño típico no encaja en todos los ambientes y no siempre es bien recibido en todas las escuelas, colegios, centros educativos, etc., ¿porqué esperamos que sea diferente para otro que tiene una discapacidad? Seamos realistas, el trabajo de encontrar el lugar perfecto para cualquier de nuestros hijos es intenso. Con todos tenemos que invertir tiempo, recursos y paciencia. Entonces, no nos centremos en el problema y no nos obsesionemos con un lugar o persona específica, y aprendamos a enfocarnos en la oportunidad. Démosle a nuestros hijos el lugar que se merecen con las personas que lo merecen. No nos estanquemos en una mala experiencia para desmerecer el poder de la inclusión cuando ni siquiera la hemos experimentado o nuestro hijo ha tenido la oportunidad de vivirla. Y ojo, será imperfecta, será difícil, será agotadora, pero siempre valdrá la pena.
La inclusión si funciona, y de nuevo, el problema no es la inclusión como tal, sino la idealización que la rodea. Cuando los padres se tiran con todo por la inclusión y finalmente sucede, muchos al poco tiempo después se dan cuenta que no es perfecta y que pasa el tiempo y los retos aún existen, inmediatamente culpan a la inclusión, renuncian a ella y deciden que la inclusión no funciona. La meta nunca fue reparar al niño. La meta siempre ha sido maximizarlo y entender que su mayor aporte es determinar cómo enfrentamos las carencias que muchas veces son resultado de la discapacidad del individuo y que lo acompañaran a lo largo de su vida. Con esto no estoy negando las carencias educativas. Sin duda reinan en nuestra sociedad, pero seamos honestos, si creemos que la inclusión va a borrar los retos de nuestros hijos, entonces estamos remando en contra de la corriente y edificando una vida cargada de presiones que nos van a terminar afectando. Obvio tenemos que asegurarnos que nuestros hijos reciben educación de calidad, pero al mismo tiempo y aquí es donde el reto se materializa, tenemos que entender que su progreso debe medirse de modo individual porque de otro modo probablemente nunca nos parecerá significativo en comparación a un estudiante típico. Y aquí estoy hablando específicamente de estudiante con retos de aprendizaje significativos.
Cuando hablamos de inclusión tenemos que aprender a enfocarnos en la oportunidad. Dar un paso más arriba para ver la realidad con claridad. Para entender que no todas las personas son iguales y que los retos individuales de nuestros hijos deben ser aceptados con amor y respeto. Para no confundirnos y vivir en contra de la discapacidad cuando en realidad la lucha debe ser vivir a favor de la capacidad individual a través de un descubrimiento de cada una de sus capacidades en base a la aceptación plena de sus retos como una parte natural de las características únicas que los convierten en quienes son: nuestros hijos.
“…la inclusión se trata del arte de aprender a enfocarse en la oportunidad en vez de la limitación que hace que los padres se obsesionen con lo imposible y vivan frustrados, deprimidos y enemistados con el mundo…”
Un artículo lleno de verdades como catedrales. La inclusión es convivencia, participación y oportunidades. Es ser tratado como todos: enfocándose más en las Fortalezas y Oportunidades que en las Necesidades y Amenazas…y NO ES POR SUPUESTO una “medicina” para normalizar al niño.
Te felicito por el artículo: corto, conciso, al punto…! Y con el plus de venir de una madre que participa y aporta (cosa que a muchos “profesionales” les hace roncha…