He estado siguiendo la controversia en España en torno a la abolición de las escuelas de educación especial o escuelas segregadas para estudiantes con discapacidad. Es sin duda un momento dramático que está sacudiéndole el piso no solo a docentes pero también a familias que se sienten a gusto con el sistema de educación especial y lo defienden a capa y espada. La segregación es sistémica y nunca es culpa de los padres, ya que de cierto modo como cualquier otro sistema opresor, se ha normalizado al punto de hacer creer a las familias que sus hijos no tienen derecho a una mejor opción. A lo largo de la vida, nos han hecho creer que nuestros hijos no tienen la capacidad de vivir vidas típicas. Y no es culpa de los padres sino del sistema, y es aquí dónde se complica la situación, porque a pesar de ello, cambiarlo no sólo es responsabilidad de ellos pero también de nosotros. Porque mientras no exijamos, nunca vamos a ver cambio y la inclusión nunca llegará si no la defendemos.
Dicho esto, y una vez, sin la más mínima intención de juzgar a las familias pero de apoyar los movimientos inclusivos para nuestros hijos en todo el mundo, quiero comenzar diciendo que nuestros hijos tienen derecho a ser parte del todo y decir que la inclusión no debe llevarse a cabo porque el mundo no está listo, es básicamente anular los derechos de nuestros hijos, ya que efectivamente, el mundo no está listo y nunca lo estará si no subimos las expectativas y exigimos que se aliste, que se capacite, y que cambie la mirada. La idea de esta lucha no es abolir los servicios de educación especial, sino de integrarlos adecuadamente para que la inclusión sea posible, para que las expectativas suban y para que se presuma competencia en vez de asumir discapacidad.
Nada se logra sin lucha. Nada se consigue sin esfuerzo. No se gana sin haber perdido. Juntos es como se podemos conseguir que los sistemas evolucionen asegurándonos que la tan ansiada inclusión llegue como nuestros hijos la merecen. Con todos los apoyos y servicios necesarios para asegurar su aprendizaje mientras se benefician de la inclusión social de modo natural. Nadie dice que la transformación será inmediata y que todo va a funcionar maravillosamente en un par de semanas o meses. Va a tomar tiempo, va a requerir esfuerzos. Los padres más que nunca van a tener que convertirse en defensores y para exigir una vida mejor para sus hijos, van a tener que levantar sus expectativas y retar la percepción del mundo de modo constante e intenso.
Ese es el camino individual que muchos hemos tomado porque no hemos tenido la suerte de ser parte de un movimiento más grande. Pero que bendición sería unirnos todos para crear el cambio, en vez de seguirnos separarnos o aferrarnos a lo menos malo, en vez de luchar juntos por lo correcto, aunque nunca sea ideal o nunca sea perfecto.