Tengo dos hijos. Dos hijos totalmente diferentes. Dos hijos valiosos y perfectos en su individualidad. Dos hijos con personalidades opuestas, con intereses distintos, con sueños únicos, que lo único que tienen en común además de compartir la misma sangre es que tienen síndrome de Down. La magia de amarlos sin etiquetas es lo que me ha permitido verlos florecer como individuos.
Cada uno es feliz de maneras totalmente diferentes. Así como somos familia y hay momentos especiales que los tres podemos compartir y disfrutar, la mayoría del tiempo cada uno de nosotros tiene momentos personales enfocados en lo que amamos como individuos. Emir es altamente activo y nuestros momentos como madre e hijo incluyen competencias físicas. Carreras, escondidas, soccer, e incluso flexiones.
Con Yaya el mundo se transforma porque con ella los momentos especiales están cargados de calma. Su concepto de la alegría está estrechamente ligado a la atención individual, a la paciencia para escuchar y conectarse con sus conversaciones. Le encanta leer entonces muchas veces me sorprende con palabras complejas que le cuesta pronunciar pero que necesita utilizar para expresar opiniones y sentimientos que la definen y que la motivan.
Así que cuando veo y escucho constantemente frases como, “estos niños son así o asa..” no puedo más que pensar en el enorme daño que se les hace a nuestros hijos cuando convertimos las etiquetas en predictores de sus capacidades y en determinantes de sus futuros. Lo más fácil es utilizar etiquetas para ahorrarnos el trabajo de conocerlos como individuos. Lo correcto como una muestra real de respeto y compromiso con la inclusión es renunciar a ellas para celebrar a las personas sin prejuicios ni estigmas, y así en vez de esperar que todos sean algo que nos complace, cada uno sea su mejor versión en pro de alcanzar felicidad verdadera en el proceso de maximizarse como individuos. Es tiempo de renunciar al morbo que nos hace esperar que siempre hagan algo lindo para hacernos felices. Que todo lo que hagan sea por su propia felicidad y a partir de ahí, y como pasa con el resto del mundo, serán felices por ellos quienes los amen honestamente.