Lo de confundir los derechos con la empatía no es nuevo, es más, me atrevo a decir que como padres de hijos con discapacidad es una de nuestras tendencias más marcadas y más limitadoras cuando se trata de defender la educación y los servicios para nuestros hijos. Precisamente hoy en tiempos de COVID, y a medida que las semanas pasan, más que nunca escuchamos a padres clamando por empatía e invitando a otros a ponerse en sus zapatos, cuando en realidad, no se trata de empatía, se trata siempre de derechos.
La necesidad imperante de cambiar nuestro acercamiento al derecho a educación apropiada para nuestros hijos con discapacidad marca el comienzo de una nueva era en la cual los padres renuncien a la utilización de la lástima como base de la inclusión, para desde el conocimiento de sus derechos exijan que se active el acceso equitativo a educación para sus hijos.
No necesitamos que nadie se ponga en nuestros zapatos ni que nadie se sienta tocado por lo “trágico de nuestras vidas” para que finalmente le ofrezca un asiento o le adapte el currículo a nuestros hijos. Todo lo contrario, necesitamos que la gente entienda de una vez que este es su trabajo y que hay una ley que lo respalda y por tanto debe ser cumplido.
Pero para poder exigir con convicción hay que exigir desde el conocimiento, y es aquí cuando fallamos terriblemente como comunidad porque es más bonito andar dando corazoncitos y compartiendo frases inspiracionales que enfrentarnos al prejuicio y la condescendencia y arriesgarnos a vivir en ese estado de incomodidad que sentimos nos va a hacer la vida imposible.
Es más fácil juzgar al padre que lucha para justificarnos, en vez de unirnos a ella o él para activarnos. Es más fácil buscar excusas que construir caminos. Sin duda es más fácil enfocarnos en lo que el otro tiene para escudarnos en lo que a nosotros nos falta. Pero ninguna de estas actitudes funciona, y ciertamente, ninguna transforma el mundo para bien.
En tiempos de COVID y todo los días de sus vidas, nuestros hijos tienen derecho a educación apropiada. Lo complejo de los derechos es que aunque han sido establecidos y son reconocidos, necesitan que el principal interesado los active desde su conocimiento.
Nuestros hijos no pueden cumplir este propósito y por eso dependen de nosotros. Nos toca a nosotros educarnos, nos toca a nosotros activarnos, y nos toca a nosotros dejar de quejarnos para tomar acción y hacer la diferencia. No se puede defender desde la lástima ni la empatía. Solo hay un modo de defender y es a través de la ley. Dale un click aquí para leer la “Convención de la Ley de los Derechos de las Personas con Discapacidad.”