Querida madre, la vida se concibe en tu vientre y crece dentro de ti. Eres la mitad pero al mismo tiempo lo eres todo. Tus hijos se alimentan de tu cuerpo para salir al mundo, y a lo largo de sus vidas, seguirán conectados a ti para alimentarse de tu luz, de tu energía, de tu fe y de todo lo que inviertas en construirte. La magia de ser madre no disminuye la luz de ser padre o vivir otras experiencias transformadoras, pero hoy vamos a hablar de ti y vamos a reflexionar acerca de la necesidad de alimentar tu alma con amor y compasión.
- Seguro esta ya te lo sabes o la has escuchado muchas veces, “No puedes dar lo que no tienes.”
- Pero siendo honesta, ¿te has sentado alguna vez en silencio a pensar en lo que significa? ¿cuáles son las cosas que sientes que no eres capaz de entregarle a tus hijos en este momento? Todos tenemos carencias humanas y todos pasamos por momentos de inseguridad y de frustración cuando sentimos que no podemos darle todo lo que quisiéramos a nuestros hijos. Sin embargo, la diferencia no la hace la falta de retos, sino cómo nos enfrentamos a ellos. Hoy, hazte el propósito de preguntarte cómo trabajar en ti para cubrir esa carencia que sientes que te limita. ¿qué te falta? ¿paciencia, balance, armonía, fe? No hace falta planear algo imposible para comenzar. Hace falta solo comprometerte a hacer algo cada día por acercarte a un lugar honesto de amor propio, aceptación, pero sobre todo crecimiento personal. Si te falta paciencia, ten paciencia contigo misma. Si te falta balance, toma conciencia de tus sentimientos y reflexiona acerca de ellos para entenderlos y alinearlos. Si te falta fe, conéctate con esa fuerza superior suprema que te ayudará a encontrar armonía y esperanza. Un día a la vez.
- Honra tu cuerpo y tu espíritu con buena comida para crear buena energía. Honrar tu cuerpo y tu espíritu no se trata de rituales complicados y de habilidades espirituales superiores. Se trata en realidad de despertar cada día y mírate a los ojos para darte gracias por existir y devolverte el favor dándote a ti misma lo mejor posible. Se trata de alimentar tu cuerpo y tu alma con la misma intención de amor con la que alimentas a los que amas. De servirte el alimento pensando en cómo lo que entra por tu boca se convertirá en energía para tu cuerpo, y cómo lo que permites que entre en tu mente durante el día, se convertirá en energía para tu alma. Tienes el poder de decidir cómo alimentarte cada día. Hazlo con amor y alegría. Cuando tu cuerpo y tu alma están alimentados con amor pese a los retos y a los altibajos de la vida, lo mismo pasarás a los que amas, incluida la compasión para entender que así como no somos perfectas y nos amamos y aceptamos, así con compasión y ganas de ayudar a nuestros hijos a ser mejores reconoceremos sus propios altibajos en el camino de ser cada día mejores.
- Recuérdate constantemente que una vida maximizada no busca perfección ni tiene comparación. Una vida maximizada es la aceptación plena de nuestra existencia y de los que amamos bajo la conciencia clara de que este es solo un momento en la eternidad y de que el temor limita, mientras la fe engrandece y nos ayuda a encontrar el propósito.
Tus hijos se alimentan de ti, y nada ni nadie en el mundo tiene el poder de darles lo que solo tu puedes, porque te ha sido encomendado en esta tarea sagrada. Es por eso que todo comienza en ti, y fluye y se fortalece y brilla gracias a ti. No es una tarea que tienes que cumplir sola y por eso te acompaña la otra mitad, o un montón de pequeñas piezas que ya están o irán apareciendo a lo largo de tu vida. Recuerda siempre que ya eres suficiente, y aunque nunca dejarás de crecer, eres la perfecta para esta misión de amor.
No es lidiar con la condición de nuestros hijos, lo que nos hace sentir esa sensación terrible de nulidad son las barreras discapacitantes a nuestro alrededor de tanto replegarnos y excluirno llega un momento que nuestra autoestima cae, gracias por los consejos y por el ánimo.