No es lo mismo decir: “Voy a hacer hablar a mi hijo,” que decir, “voy a enseñarle a mi hijo a comunicarse mientras le enseño al mundo que la comunicación comienza con el compromiso de aprender a escuchar.”
No es lo mismo decir: “Voy a hacer que mi hijo pueda,” que decir: “voy a aprender cómo mi hijo puede mientras le enseño al mundo a respetar su capacidad.-“
No es lo mismo decir: “Voy a hacer que mi hijo lo consiga,” que decir: “me voy a enfocar en conseguir que mi hijo se maximice mientras lo guío a alcanzar sus propias metas.”
No es lo mismo decir, “Voy a hacer que el mundo lo acepte,” que decir: “aceptando a mi hijo de forma integral al reconocer sus fortalezas y debilidades, sus retos y posibilidades, es cómo le enseño con mi ejemplo a mi entorno a respetarlo y reconocerlo como un individuo.”
No es lo mismo decir, “Es culpa del mundo que mi hijo no pueda o no aprenda,” que decir: “Me voy a enfocar en aprender lo que haga falta para que mi hijo pueda y aprenda, mientras le enseño al mundo cómo hacerlo posible.”
No es lo mismo decir, “Que sea lo que Dios quiera,” que decir: “Dios quiere lo mejor para mi familia y para mí, y para ello, escudado en mi fe y el amor voy a usar mi libre albedrío para tomar acción y hacer que las cosas sucedan.”
No es lo mismo decir, “No vale la pena forzarlo porque ya sabemos que no puede,” que decir: “Vamos a motivarlo para descubrir todo lo que puede.”
No es lo mismo decir, “La discapacidad nos hace especiales,” que decir: “Somos especiales cuando aceptamos que siendo la discapacidad parte de nuestras vidas, no dejamos que los estigmas ni los prejuicios nos definan para enfocarnos en la capacidad y ganarnos el título con trabajo y determinación.”
No es lo mismo decir, “Sólo quiero que sea feliz,” que decir: “Mi meta en la vida será darle lo mejor posible dentro de mis carencias y tropiezos para que aprenda a ser feliz aceptando que la vida no es perfecta, pero es maravillosa.”