Aunque a veces parezca que todo te falta, que la vida es injusta, que los sistemas te han fallado y que la inclusión no existe, lo tienes todo para hacer a tu hijo feliz. Pero tienes que creértelo y para eso tienes que confiar en ti mismo y en tu posibilidad de trabajar con lo que tienes ahora mismo, en vez de vivir enfocado y frustrado enfocado en lo que crees que te hace falta.
Desde donde estés y con lo que tengas, puedas lograr que tu hijo sea feliz:
Aceptándolo. Lo reconoces como un individuo. Ves a la persona primero, aceptas sus retos y te enorgulleces en sus habilidades. Te sientes satisfecho como padre de reconocer en tu hijo la capacidad individual de progresar a su propio ritmo. Aunque el amor nos empujar a siempre querer más para nuestros hijos, vivir esperando que sean algo más a lo que ya son no es nunca positivo, y es igual de desgastante para los hijos como para sus padres.
Renunciando a los estándares. Tu meta no es cambiarlo ni “repararlo” ni “curarlo” y definitivamente no es convertirlo en una bandera para demostrar que la discapacidad no existe o hay que vivir para superarla. Aceptas su ritmo con amor y respeto enfocado en maximizarlo mientras lo apoyas a escribir su propia historia con sus propias herramientas.
Educándote acerca de sus derechos para activarlos. En vez de vivir negado a la realidad de que tu hijo tiene una discapacidad que muy probablemente requerirá apoyos, adaptaciones y modificaciones, decides aprender para desestigmatizar la tendencia a creer que los apoyos limitan y que hay que forzar al individuo a conseguir las cosas porque la discapacidad es una ilusión. En vez de eso activas sus derechos reconociendo que aunque tu hijo no es y nunca será una discapacidad o un diagnóstico, no solo merece sino que necesita los apoyos adecuados para maximizarse como individuo. Una cosa no tiene nada que ver con la otra, y que tu hijo viva con una discapacidad no es una sentencia de muerte ni de una vida de limitación. Eso lo decides tu desde tu visión y meta como padre, permitiendo que tu hijo sea el que escriba su destino apoyado por ti.
Eres consciente del poder de tu voz y tu lucha. Y sigues aprendiendo, y entiendes lo importante que es aprender a hablar para educar, defender, y buscar oportunidades constantes. Tu lucha es una cargada de amor y fe, y aunque eso no evitará que vivas situaciones difíciles e injustas, ese amor y fe te fortalecerán junto a tu hijo.
Sabes que la inclusión, la fortaleza y las oportunidades comienzan en casa. Y eres consciente que allá afuera pueden existir un millón de retos, pero en vez de vivir obsesionado en lo que no tienes o no puedes alcanzar, vives agradecido por lo que si tienes, mientras lo pones a disposición de tu hijo. Hay algo que nadie más tiene y nadie te puede quitar, y eso es el amor incomparable por tu hijo que te permitirá educarlo con altas expectativas y prepararlo para la vida sintiéndose orgulloso de ser quién es y seguro de que con sus capacidades individuales, si puede.
Si puedes hacer feliz a tu hijo con lo que tienes ahora mismo y en este preciso instante, sin que eso signifique que no debes ir por más o seguir cumpliendo sueños junto a ellos. Sigue remando hacia adelante con una visión clara de cómo lo que crees se manifiesta en cada área de tu vida. La pasión se manifiesta en fuerza. El amor se manifiesta en milagros. La esperanza se manifiesta en guía. Cree en ti y a partir de ahí, transforma renunciando a lo escrito para escribir tu propia historia al lado de tus hijos.