Permítanme compartir con ustedes la historia de una autodefensora en crecimiento. Ayer recibí una llamada de la maestra de apoyo de Ayelen. Me llamó para disculparse porque habían hecho algo que ofendió profundamente a Yaya sin siquiera darse cuenta y con la mejor de las intenciones. Cambiaron el horario de Yaya sin avisarle y, por lo tanto, Yaya se molestó y se negó a seguir el nuevo e inesperado horario.
Esta es una lección que nos beneficia a todos, no solo a los profesores sino también a los padres y profesionales en general porque todos cometemos errores constantemente. Este, en particular, es un buen recordatorio de que un enfoque centrado en la persona es siempre el mejor, ya que apoya y fortalece la autodefensa. De pequeños a grandes cambios, de adaptaciones a modificaciones, todo lo que suceda que afecte directa o indirectamente la vida de una persona, debe ser consultado con esa persona. No importa si esa persona tiene mucho o poco que decir al respecto. Esa persona importa, esa persona es el centro, y con solo ser informada se reconoce a esa persona y se respetan sus derechos.
Desde la perspectiva más cerrada, un profesor diferente o un profesional no calificado habría culpado a Yaya por ser terca o desafiante, o podría haber hecho lo fácil que es culpar al síndrome de Down con frases típicas como “son tercos. “ Pero desde una perspectiva de mente abierta y un maestro que no solo es un maestro sino también un aliado, esto fue solo un recordatorio del poder de la autodefensa.
Desde mi perspectiva como madre, no podría estar más orgullosa de Yaya. Se ha comprometido profundamente a aprender y comprender su horario para sentirse segura y exitosa, y sin duda, tiene derecho a ser informada y aprobar los cambios que se realicen en su horario y en cualquier otra parte de su vida.
Mientras la maestra me contaba la historia ayer, me sentí tentada en varias ocasiones a disculparme por el comportamiento de Yaya, pero no lo hice. No lo hice porque es hora de que todos aceptemos cómo nuestros propios comportamientos pueden intensificar los comportamientos de nuestros niños y estudiantes. Hablé con Yaya cuando regresó a casa sobre el incidente, y ella respondió con una actitud sólida y fuerte: “La gente no puede cambiar mi horario sin decírmelo”. Y sí, tiene razón.