Hace un par de semanas compartí una historia sobre Ayelen y la importancia de la autodefensa. Pueden verla con un click, aquí. Literalmente estaba elogiando su fuerza y confianza a la hora de defender su derecho a estar informada sobre cualquier cambio que afecte su horario o su rutina, respaldada por el hecho de que su proceso de aprendizaje implica constancia y recordatorios visuales diarios.
Hoy, mientras escribo la segunda parte de cómo criar a un autodefensor, voy a ilustrar una realidad que muchas veces elegimos ignorar: no todo se trata de gloria en el proceso de ayudar a nuestros hijos a aprender a usar sus voces. Como cualquier otro ser humano, comete errores, y como les enseñamos a defender sus derechos, debemos enseñarles a cumplir con sus responsabilidades.
Entonces, la historia comienza con un correo electrónico de la maestra diciéndome que Yaya decidió saltarse la clase de arte porque no le gusta y les hizo saber a todos que ahora hará educación física en su lugar. La maestra, que por cierto es la más asombrosa del mundo, me envía un correo electrónico para pedirme mi opinión mientras deciden qué paso seguir para responder al comportamiento de Yaya.
¿Lo ves? Aquí podría decir que Yaya tiene derecho a tomar esta decisión, pero no es así. Hay un horario establecido que ella aceptó al comienzo del año escolar. Ella estuvo involucrada en todas las decisiones, y ahora, no puede simplemente elegir cambiar de opinión cuando le apetezca. Como tiene derecho a participar activamente en todas las decisiones que se tomen sobre ella en su papel de defensora, tiene la responsabilidad de seguir las instrucciones como el resto de la clase.
Dicho esto, le pedí a la maestra por un par de días para trabajar en casa con Ayelen para redireccionarla ya que ella entiende que los derechos vienen con responsabilidades. Su voz es su superpoder, pero como cualquier otra superpotencia, si se usa sin límites ni responsabilidades, puede convertirse en una carga en su vida porque no todos en el futuro estarán dispuestos a hacer lo que ella dice. Como nos pasa a todos, ella tendrá que seguir las reglas y los horarios, incluso si no siempre los disfruta tanto como le gustaría.
Existe una diferencia entre derechos y privilegios. Las personas con discapacidad tienen derecho a ser incluidas en todas las decisiones que se tomen sobre sus vidas en general, lo que incluye salud, educación, carrera, etc. Tienen derecho a tener adaptaciones y modificaciones cuando sea necesario, lo que significa que determinaremos qué cosas necesitan, con ellos como parte del equipo, para que sean adaptadas o modificadas cuando determinamos que como resultado de su discapacidad, el entorno o algo específico necesita ser más accesible para maximizar sus capacidades.
Sin embargo, si por privilegio optamos por hacer lo más fácil para evitar pelear con ellos o para evitar tener que enfrentar la dura realidad de que no siempre es fácil redirigir, entonces los estaremos lastimando. La vida no funciona así y necesitan crecer para comprender claramente que los derechos vienen acompañados de responsabilidades.
Revisamos su horario visual esta mañana nuevamente. Le expliqué que no puede cambiar su horario de la nada porque como la gente necesita respetarla, ella necesita respetar a otras personas y entender que el desafío es donde crecemos y aprendemos a autorregularnos.
No era la persona más feliz del mundo esta mañana cuando se fue a la escuela. Veremos cómo aplica esta reflexión en la vida real y como es habitual, habrán consecuencias. Las buenas para fortalecer las decisiones correctas, las difíciles para abordar las no ideales que no son necesariamente malas pero que deben corregirse para equiparla con las habilidades sociales y para la vida que necesita para tener éxito en la escuela secundaria, pero lo más importante , en la vida.