Cuando nuestros hijos recién nacen o son diagnosticados con alguna condición o reto de aprendizaje y desarrollo, el paso siguiente es creernos el cuento de que somos imparables y de que mágicamente hemos ganados poderes extraordinarios o especiales junto al diagnostico de nuestros hijos.
A veces el año nuevo viene cargado de resoluciones o promesas inalcanzables que creemos posibles bajo las frases que se repiten una y otra vez que nos dicen que la discapacidad solo están en la mente, o que tu hijo lo puede todo, o que tu al haberte convertido en este ser “especial” o “extraordianario”, podrás conseguir que tu hijo sea igual que todos, si realmente te lo crees y te lo propones.
Pero, ¿qué implica adoptar o abrazar estas etiquetas de súper-héroes o de padres especiales o extraordinarios? La mayor parte del tiempo, implica centrarte y obsesionarte con lo que aparentemente no quieres, que es la existencia de la discapacidad.
Los padres, en general, nos obsesionamos tratando de entender y conocer más del diagnóstico, al punto de que nuestros círculos y nuestras vidas se vuelven todo acerca del síndrome de Down, del autismo, del ADHD, y cuando nos damos cuenta, en vez de beneficiarnos de lo típico, hemos creado una burbuja atípica que sin duda nos protege, pero también nos aisla y le quita a nuestros hijos el beneficio de experimentar situaciones comunes y corrientes que otros niños viven.
Nadie nace sabiendo y nadie aprende de experiencia ajena dice el dicho. Todos tenemos que quemar nuestras propias etapas para entender que muchas veces esas obsesiones o extremos, lo que harán es literalmente quemarnos al punto tal en el cual vamos a renacer y vamos repensar nuestras vidas, y el futuro que les escribimos a nuestros hijos desde el presente.
Con eso te invito a repensar tus resoluciones de nuevo año, y en vez de decir:
- En vez de decir: Voy a hacer que hable. Voy a construir un ambiente de comunicación en el cual independientemente de las palabras, mi hijo o hija se sientan comprendidos, escuchados, amados, y aceptados en todo momento. Mi compromiso de reconocer su comportamiento como comunicación, me dará las herramientas para entender que mis carencias lo limitan y mis ganas de aprender abren una puerta para entenderle y enseñarle a otros a hacer lo mismo. Mi voz activará la suya rompiendo los límites y prejuicios de que solo hay un modo.
- En vez de decir: Voy a hacer que sea como alguien más. Voy a trabajar en darle oportunidades para que se convierta en su mejor versión, porque no necesita ser ni parecerse a nadie para tener un valor, porque ya es, y mi tarea como madre o padre, es que ese ser sea maximice para que así alcance su propia felicidad.
- En vez de decir: Voy a demostrar que la discapacidad no existe. Voy a vivir para demostrar que la capacidad no es un estándar y que no puede ser medida en comparación con otros. Voy a celebrar la capacidad de mis hijos sin limitarla. Les voy a dar la oportunidad de utilizarla en cada momento, y en vez de verla como una “habilidad diferente” o minimizarla llamándola “especial” o “extraordinaria,” voy a exigir que se la normalice, se la respeta, y se la llame como lo que es “capacidad sin etiquetas.”
- En vez de decir: Voy a aceptar que mi misión y mi meta no es cambiar, curar, ni demostrarle nada a nadie. Mi misión y mi meta como madre o padre, de cualquier hijo sin importar su diagnóstico o condición, es aceptar, amar, maximizar, y comprometerme con mis hijos. Agradarlos a ellos, defenderlos a ellos, creer en ellos, y hacer de ellos su mejor versión posible reconociendo mis límites y mi humanidad, para aceptar con humildad y amor, que voy a cometer errores, que nunca lo voy a saber todo, y que aún así, nadie jamás los amará como yo.
Con eso, abro mi corazón y mi espíritu para recibir el regalo que mis hijos ya son y siempre han sido. Y tengo fé, y creo, y en la duda y cuándo caigo, me vuelvo a levantar y sigo creyendo.