¿Te ha pasado como padre que a veces se te hace difícil encontrar el balance para determinar cuánto es mucho y cuánto es poco en términos de instrucción o capacitación de tu hijo? Si ese es el caso, no estás sólo. La mayoría de los padres, principalmente cuando nuestros hijos tienen retos de aprendizaje o desarrollo, nos enfrentamos a la misma encrucijada. Para resolverla tenemos que aceptar los límites sin conformarnos con las limitaciones impuestas.
¿Qué quiere decir esto?
Que antes que nada hay que aceptar y entender que el ser humano en general, tiene límites. Es humano y es un simple mortal que fruto de su habilidad, su pasión, y su motivación, obtiene logros increíbles de valor individual. Traduciendo este pensamiento, la felicidad del individuo lo hace sentirse orgulloso de si mismo, y no depende de la aprobación ni de la gloria del mundo para sentirse satisfecho o feliz.
Entonces, para que nuestros hijos se desarrollen al máximo, ¿qué y cómo aportamos los padres lo necesario?
Para mí es muy importante recordarle a los padres de manera constante que no hay nada peor que enceguecerse en un objetivo o meta que nosotros hemos definido para nuestros hijos, en vez de mantener los ojos abiertos para identificar sus habilidades e intereses y permitirles desarrollarse plenamente en base a ellos.
Lamentablemente es muy común en el caso de individuos con discapacidad, el que sus padres sean los que tomen todas las decisiones para ellos. La falta de comunicación típica o autonomía hace que los padres piensen que sus hijos no tienen voz o que su voz no es tan poderosa como debería. Entonces, cuando los niños son diagnosticados, el padre tiende a buscar un ideal a seguir, y es ahí cuando escuchamos que harán lo imposible porque el niño vaya a la universidad, por ejemplo, y sea como este o el otro individuo que tiene la misma discapacidad y ha conseguido cosas increíbles. Nuestras expectativas tienen que ser las más altas, pero no nos olvidemos que nuestro hijo es un ser humano con derecho a elegir su vida y su futuro, y para eso deberá crecer y guiarnos en el camino.
Aquí cuando esta reflexión concluye que la manera de darles lo mejor es reconocerlos como individuos únicos. Como seres humanos con limitaciones como todo el mundo, y al mismo tiempo oportunidades ilimitadas. No tienen súper poderes y no merecen ni necesitan vivir bajo la presión de tener que demostrar que la discapacidad no existe, porque si existe, y si crea retos, y están en su derecho a necesitar y a acceder a poyos para enfrentar estos retos y así maximizar sus capacidades sin límites. Como padres, no dejemos que nadie limite su futuro, pero tampoco lo hagamos nosotros obviando su necesidad elemental a ajustarse a sus retos y habilidades para convertirse en la mejor versión de si mismos, sin comparaciones ni etiquetas.