Ayer estaba pensando en este concepto tan complejo de inclusión en tiempos de aislamiento. En nuestro caso ya son casi dos meses que no salimos de casa. Estamos básicamente segregados del mundo dadas las circunstancias y aunque mis hijos parecen no estar afectados, tampoco yo personalmente, la situación trae una gran pregunta, ¿porqué luchamos los padres por inclusión social si parece totalmente innecesaria y muchos niños con discapacidad no parecen extrañarla, ya que todo lo contrario, el aislamiento parece ser más cómodo y menos estresante?
La respuesta es simple, efectivamente la segregación provee un sentimiento de comodidad y tranquilidad, ya que obviamente no hay retos ni mucho por lo cual preocuparse. Eso no significa que sea la mejor opción ni tampoco que después de esta experiencia todos decidamos que quedarse en casa por siempre y evitar exponer a nuestros hijos a la vida típica es la mejor respuesta.
Como muchos padres, de cierto modo la comodidad de estar en casa, educar a mis hijos a su propio ritmo y de modo individualizado y evitarme las discusiones y los problemas con el entorno, me ha dado una tranquilidad que hace mucho no experimentaba: la tranquilidad de no depender del mundo allá afuera y poder controlar mi entorno y el de mis hijos de modo integral. Pero en la vida real, ¿cuánto tiempo es posible vivir en aislamiento y cuánto le estamos quitando a nuestros hijos?
Nuestros hijos necesitan la exposición al mundo y el mundo necesita a través de su exposición entender que todos somos miembros del mismo mundo y que “ellos” somos “todos”. La normalización sólo sucede fruto de la exposición, la aceptación y la normalización. E indistintamente de lo que parece que ser cómodo y natural cuando quitamos retos para crear comodidad, como padres debemos analizar la importancia de asumir que la vida real tiene retos que son necesarios para crecer, empujar y fortalecer a nuestros hijos, a todos en general en nuestro rol de seres humanos, mientras con nuestra presencia representamos los grupos humanos a los que pertenecemos fortaleciendo la diversidad.
Así como está bien relajarse para adaptarse, también hace falta auto-retarse para crecer y avanzar. No hay evolución sin retos. No hay crecimiento sin adversidad. No hay aprendizaje sin error. Toca salir del aislamiento obligado para buscar oportunidades de inclusión a distancia para nuestros hijos, ya que ciertamente no suceden de modo natural como pasa con otros niños. Nos toca salir de nuestra comodidad y negarnos a acostumbrarnos a ella para analizar métodos alternativos inclusivos en tiempos de crisis.
La tecnología es quizás la mayor respuesta. Utilicémosla a nuestro favor para crear reuniones virtuales para nuestros hijos. Para darles oportunidades de comunicarse superando sus propios retos, y también retando a su entorno a entenderlos, a valorarlos, y a esforzarse por incluirlos de manera constante. Eso incluye participar en las reuniones con los maestros, aún cuando su lenguaje no les permita participar como otros niños. Eso incluye mantenerse conectados con familiares y amigos, aún cuando las conversaciones no fluyan de modo típico. Eso influye estar presentes utilizando sus propias habilidades y enseñándole al mundo que hay muchos modos de existir y que todos deben ser tomados en cuenta.