Escribo esta publicación pensando en el valor de cada día y de cómo día pasa independientemente de lo que decidimos hacer o evitar. Seguro si la estás leyendo estás acercándote con algunas o muchas preguntas. Todos las tenemos y todos quisiéramos que las respuestas sean más fáciles de obtenerse, pero nunca te olvides que las respuestas de una persona puede que no funcionen para la otra por una sencilla razón: es en el camino que nos encontramos y resolvemos nuestros cuestionamientos personales. El fin es solo eso, el resultado del proceso.
Dicho esto hoy quiero hablarte de un camino de amor sin egos ni apegos. Para mí, eso es lo que significa la vida, una lucha constante por maximizarme para así poder maximizar a mis hijos, y una conexión constante conmigo misma para recordarme a cada paso que todo lo que hago por mis hijos lo hago por amor, y el amor no tiene cabida para el orgullo ni busca impresionar a alguien más. El amor es puro y se entrega para maximizar la individualidad, nunca para moldear a los demás tratando de controlar su esencia en busca de definir lo que deben ser para que nos hagan felices a nosotros como padres, o cumplan con las expectativas estandarizadas impuestas por el mundo para hacerse acreedores del valor que asigna el entorno. El valor real se construye desde dentro y a partir de ahí fluye e ilumina.
Creo que lo que acabo de mencionar, la necesidad de romper la presión social, es sin duda la lucha más grande, la que tenemos que enfrentar con nosotros mismos como padres para acabar con lo que creemos que es lo correcto o lo esperado para que nuestros hijos alcancen la felicidad. Aprender a renunciar a lo aprendido de lo que es el camino a la felicidad puede que sea lo más difícil, y cuando digo esto, me refiero a esos pasos que hemos mentalizado y que creemos que son los únicos que existen y pueden funcionar. Por ejemplo, creer que el modo típico es la única escalera a la evolución, cuando en realidad cediendo ese control es cuando muchas veces podemos realmente encontrar y ayudar a nuestros hijos a organizar y subir sus propios escalones. Lo mismo aplica a nuestras propias vidas.
Hay un par de preguntas que yo me hago constantemente cuando me siento confundida o cuándo dudo de la claridad de mi intención. Las quiero compartir contigo para que las utilices cuando te haga falta:
- ¿Es esto que estoy haciendo fruto del amor honesto que respeta y celebra la individualidad de mis hijos, o es esto una manifestación de mi ego tratando de conseguir algo para demostrarle algo a alguien más?
- ¿Estoy renunciando al control de que todo sea como yo quiero para ganar control real recibiendo las cosas como se manifiestan, aun cuando es un modo totalmente diferente al esperado?
- ¿Estoy viendo el lado positivo de las cosas en vez de enfocarme en lo que creo que es negativo?
Las respuestas solo las tienes tú. No pases un solo día sin cuestionarte con amor estas preguntas. Sólo así crecemos y aprendemos.